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Cuando el sol alumbra la costa del norte de España, las praderas verdes brillan, contrastándose con el reflejo del mar azul. Los peregrinos han seguido varios Caminos, del Mar, el Camino Francés, el Camino Viejo, siempre con la misma meta: llegar a la tumba del Apóstol Santiago. Mientras van caminando, se encuentran con otros peregrinos, platican, meditan y esa antigua peregrinación ha llegado hasta nuestro siglo XXI con mucha fuerza y un gran número de peregrinos. Cuando estábamos navegando por la costa atlántica del sur de Francia, decidimos emprender el camino a nuestra manera, partes caminando, partes en coche y partes navegando para conocer el alma de ese famoso Camino de Santiago.  

Empezamos a recorrer partes del Camino de Santiago para conocer regiones y monumentos del pasado y del futuro. Deambulamos entre dos mundos, recorrimos el universo del siglo XVII y descubrimos un camino lleno de símbolos del pasado, entusiasmados por el arte contemporáneo, y seducidos por los pecados de la buena comida.

 

 

 

Euskadi, el Camino del Mar

Seguíamos la costa francesa con nuestro velero y decidimos conocer ese famoso Camino de Santiago. Parte de nuestro equipo seguía por mar mientras la otra parte recorría en coche los lugares relevantes, encontrándonos en los puntos más relevantes. Empezamos en Hondarribia,  un pequeño pueblo a la orilla del río Bidasoa que separa España de Francia y donde el Palacio del Emperador Carlos V, hoy maravilloso Parador, domina los empinados callejones del pueblo rodeado por los restos de la muralla. La torre de la iglesia de Nuestra Señora del Manzano se alzaba en el cielo azul, el barrio de los antiguos marineros se llenaba de gente que disfrutaban de los pintxos y las copas, atiborrando las calles sombreadas con sus conversaciones. 

Es un pueblo de encanto donde aparecen las flechas amarillas que marcan el camino del peregrino. Mientras nuestro equipo de navegación seguía la costa con el velero, recorrimos en coche los pocos kilómetros que nos llevaron a San Sebastián-Donostia, donde nos encontramos con ellos para descubrir juntos una elegante ciudad que rodea la playa de la Concha y la playa de la Zurriola, donde desemboca el río Urumea. Los edificios del siglo XIX adornan las calles, la catedral desafía las nubes y el sol. Desde el Monte Igeldo, admiramos la bahía con la isla de Santa Clara que bloquea la entrada y los restos del castillo de Santa Cruz de la Mota que coronan el monte al pie del cual resplandece la elegancia de la ciudad. Vimos nuestro velero que entraba en la bahía hasta amararse en el pequeño y antiguo puerto al pie del castillo. 

 

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Fue un placer deambular por los callejones de la parte antigua, descubrir el mercado de la Bretxa con sus excelentes pescados y mariscos, pasar de un bar al otro para probar todos los pintxos, cada bar ofrecía su especialidad, y degustar la sidra. Nos encantó especialmente La Viña, donde Mikel nos contagiaba su buen humor y su placer de saborear los excelentes pintxos de Santiago Rivera y vertía la sidra desde las alturas de su brazo. Admiramos la iglesia barroca de Santa María, el elegante ayuntamiento, la iglesia de San Vicente, la Plaza de la Constitución con sus arcadas y que servía de coso taurino, el sorprendente acuario con su túnel en el agua para admirar los tiburones de cerca, el Museo Naval y en la tarde disfrutamos de la talasoterapia en el Spa La Perla. En la parte más nueva, descubrimos la catedral gótica cuando la luz del sol le daba un color ocre, visitamos el teatro, el emblemático Hotel María Cristina y el moderno Palacio Kursaal, diseñado por Rafael Moneo, hecho de vidrio, donde jugaban las luces y sombras y que aloja el Festival de Cine anual. 

Luego descubrimos El Peine del Viento, escultura de hierro creada por Chillida en la entrada de la bahía y nos paseamos por el Chillida Leku, descubriendo sus enormes e intrigantes obras que pesan toneladas y que toman formas surrealistas. Finalmente, disfrutamos de la excelente sidra regional en el Museo de la Sidra de Astigarraga, descubriendo como se hace la presión de las manzanas y terminando con la cata de unas deliciosas sidras. Euskadi es un placer visual y gourmet, y San Sebastián es la ciudad con más estrellas Michelin por metro cuadrado en el mundo.

 

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Los peregrinos caminan generalmente más o menos 25 km al día, descansando en los albergues, meditando sobre sus existencias y siguiendo el Camino del Mar. Después de 5 días alcanzan Bilbao, escondido en un meandro de la ría. El velero tardó 10 horas hasta penetrar en la ría, pasando el puente suspendido y alcanzar la marina de Bilbao donde nos encontramos porque nosotros en una hora recorrimos los 100 km que nos separaban de Bilbao. 

Lo primero que vimos al entrar en la ciudad alojada en los meandros de la ría, pasando el Puente del Salve con su arco rojo, fue el sorprendente Museo Guggenheim, tal como una burbuja espacial llena de curvas que desafían la gravedad en medio de un espejo de agua. Nos sorprendió y fascinó, su interior nos presentó las monumentales esculturas de acero de Richard Serra llamadas “La Materia del Tiempo”, con las que uno pierde la noción del espacio y del equilibrio, y la Escultura de Niebla de Fujiko Nakaya. Es un mundo surrealista que hechiza. 

El extravagante Palacio de Congresos y de la Música nos absorbía con su arquitectura moderna, el Guggenheim nos guiaba en un mundo futurista dentro del paseo Abandoibarra  junto a la ría, donde retumban los nombres de los arquitectos famosos como Gehry, Moneo, Pelli y Siza y que era el lugar de las fábricas tenebrosas y contaminantes. Junto al museo luce la famosa araña de Louise Bourgeois y en su entrada intriga el famoso Puppy, un enorme perrito de plantas. 

 

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Los callejones de la parte antigua nos transportaron en el pasado para seguir los pasos de los peregrinos de antaño que llegaban cansados a ese pueblo, o los actuales que llegan después de recorrer los 25 km del día y descubren el Guggenheim a la puerta de los antiguos callejones. Las flechas amarillas en forma de vieira nos señalaban la catedral. La Plaza Nueva brillaba y la Alhóndiga alberga ahora un espacio cultural diseñado por Philip Stark. La lluvia caía sobre el pavimento, como recuerdos del antiguo barrio industrial, oscuro y lleno de humo, donde ahora se alza el nuevo emblema de Bilbao, un culto al futuro. 

Más cerca del mar, sobre la misma ría, en Getxo, está uno de los puentes más bellos del mundo: el Puente Colgante, que desafiando a la gravedad transporta los coches en una plataforma que atraviesa la ría, suspendida en el aire por unos cables de acero. Alrededor de ese puente, las enormes y elegantes mansiones se pierden entre lo verde de la vegetación. Bilbao es una ciudad con un cierto encanto que se ha lanzado hacia el futuro con edificios originales y extravagantes, conservando los rastros de su historia.

 

 

La Rioja

Mientras el velero seguía su ruta costeando, pasando los hermosos puertos que adornan la costa de Euskadi, Cantabria, Asturias y Galicia hasta alcanzar A Coruña, decidimos unirnos con el Camino Francés que recorre La Rioja, Castilla y León y Galicia. Nos encontraremos con nuestros compañeros en Santiago de Compostela, la meta de todos los caminos o si el tiempo lo permitía en el pueblo de O Cebreiro donde entra el Camino Francés en Galicia.

Por la autopista llegamos en una hora a Santo Domingo de la Calzada para descubrir la hermosa catedral cuya torre se eleva, separada del edificio principal, como un soldado que vigila la plaza donde nos alojamos, en el Parador que era un antiguo hospital para peregrinos y todavía luce los asombrosos arcos. Caminando por los callejones pudimos admirar las antiguas casonas. 

 

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Descubrimos la región donde las viñas se pintaban con los colores del otoño, ofreciendo un festín de ocres, rojos y verdes claros. Visitamos en Logroño las Bodegas de Ontañón con su fastuoso Gran Reserva entre todos sus excelentes vinos. Es una bodega fascinante, elegante y artística, donde el arte del vino se acompaña con esculturas de Miguel Ángel Sáinz. Es una verdadera pasión por el vino y el arte acompañado de mitología. Descubrimos el Museo del Vino de Dinastía Vivanco con los objetos que acompañaron la fabricación del vino durante siglos y su hermosa bodega subterránea, al pie del encantador pueblo de Briones.  

Las Bodegas del Marqués del Riscal nos dejaron atónitos con su lujoso hotel diseñado por Frank Gehry,  el cual recuerda mucho su obra del Guggenheim, y que surge de entre los viñedos. Ofrece unos espacios maravillosos en medio de las curvas de los techos y muros, y la atención en el hotel invita a sentirse en un palacio extraterrestre en medio de la lujuria del buen vino. En Casalarreina, visitamos el imponente Monasterio de la Piedad.

En San Millán de la Cogolla descubrimos el Monasterio de Yuso. Penetramos por la puerta barroca que data del siglo XVII para llegar al famoso Salón de la Lengua, donde tuvimos la suerte de ver los códices y, sobre todo, el códice 60 donde se encuentran las Glosas Emilianenses, primeras palabras escritas en castellano y euskera, declarando así  a Yuso como la “cuna de la lengua”. Visitamos la biblioteca donde se conservan los cantorales del siglo XVII, 30 libros de 40 a 60 kg, y los códices importantes como el 46 que data de 964 y trata de un “diccionario enciclopédico”. Alojado en la montaña que domina Yuso, Suso es una de las cuevas donde se retiraba San Millán para meditar y donde recibieron sepultura sus restos mortales en 574. Está protegida por una iglesia que luce unos soberbios arcos mozárabes, como un guiño a los giros de la historia. Es un lugar de gran importancia para los fieles a San Millán y muchos de los peregrinos lo visitan, desviándose del Camino tradicional. 

 

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Finalmente, en Nájera descubrimos el Monasterio de Santa María la Real, construido en 1045 tras la reconquista, la iglesia que parece una fortaleza, se terminó en 1516. Mientras nos llenábamos la mente y los ojos de historia y bellezas arquitectónicas, disfrutamos de las exquisitas comidas de la región como en el restaurante Echaurren, en el pueblo de Ezcaray para degustar la cocina de Marisa Sánchez y Francis Paniego. Nos encantó el delicado sabor de Venta Moncalvillo donde probamos la cocina de Ignacio Echapresto y la magnífica atención de su hermano Carlos, quienes innovan la cocina de siempre con una interpretación personal y productos del campo con la ayuda de la madre. 

En el Museo del Vino Dinastía Vivanco, degustamos los fantásticos vinos y su refinada cocina. Con el remolino de las obras de arte sacro que descubríamos en los monasterios, nos sentíamos borrachos de cultura, historia, de manjares gourmet y buenos vinos. Nos relataron la historia del gallo y la gallina de Santo Domingo de la Calzada, que cuenta que un joven peregrino alemán llamado Hugonell murió por haber rechazado los favores de una doncella y resucitó. Cuando los padres de éste se lo contaron al obispo, él dijo que estaba tan muerto como el gallo y la gallina que se estaba comiendo. En ese momento los dos animales resucitaron y comenzaron a cantar. Desde entonces, en la catedral de Santo Domingo de la Calzada, en una hermosa jaula con una ventana hacia el interior, siempre se encuentra un gallo. 

Estábamos fascinados por La Rioja, sus colores otoñales y sus vinos. Descubrimos también el encantador pueblo histórico de Haro y nos paseamos por los callejones de Logroño, ciudad bañada por el río Ebro, degustando las tapas de la calle Laurel, conocida como “La Senda de los Elefantes” donde cada bar tiene su especialidad de tapas como champiñón, seta, pincho moruno, oreja de cerdo o patatas bravas. Le pusieron ese nombre porque se dice que todos los que entran, salen con trompa y a cuatro patas. Descubrimos la iglesia de San Bartolomé, edificada con sus delicadas esculturas góticas en el siglo XIII adosada a la muralla, la Concatedral de Santa María la Redonda para admirar el retablo del siglo XVII, la sillería del coro y un hermoso cuadro atribuido a Miguel Ángel Buonarroti, y quedamos atónitos frente a la fachada barroca de la Iglesia de Santiago, que luce un inmenso Santiago Matamoros.

 

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Castilla y León

El tiempo corría y habíamos quedado de encontrarnos con nuestros compañeros navegantes en la parte del Camino Francés donde empieza en Galicia. Por eso recorrimos muy rápidamente esa hermosa región de Castilla y León, utilizando la autopista que nos llevó a Burgos, donde se alzan las flechas de la soberbia catedral. Luego visitamos la catedral y el claustro de León antes de llegar a Astorga y Ponferrada, antiguas ciudades fortificadas. 

 

 

Galicia

Entramos en Galicia por las cimas de sus montañas que culminan a más de mil 300 metros, para encontrarnos con nuestros compañeros de viaje y descubrir O Cebreiro, un encantador pueblo con casas de piedras y techos de pizarra. Algunas casas que llaman pallozas están construidas sobre unos antiguos castros celtas de típica forma ovalada, y la Iglesia de Santa María la Real, es una joya del arte prerrománico que busca su encanto en la leyenda del milagro cuando el pan y el vino se convirtieron en carne y sangre. Sus piedras reflejan las sombras de los peregrinos y los pensamientos de las meditaciones, la iglesia vibra con su hermosa imagen de Santa María la Real, una talla románica hermosa que según dicen, observó el milagro inclinando su cabeza. Frente al altar, nos quedamos asombrados admirando el cáliz y la patena, protagonistas del milagro, y el relicario que guarda la carne y la sangre. 

El camino encontraba un significado más mítico a pesar de recorrerlo en coche, por las curvas de las montañas, cruzando los peregrinos a bicicleta o a pie. Alcanzamos el inmenso Monasterio Benedictino de Samos, cuyos pies se bañan en el río. Con sus 2 claustros y su iglesia monumental, es un lugar que estalla con fe y misticismo a tal punto que, un conejo hábil e inteligente nos acompañaba por los pasillos. Es uno de los monasterios más antiguos de España, empezado en el siglo VI, pero que muestra todos los estilos por sus continuas remodelaciones, pasando del prerrománico hasta el modernismo. En el pueblo que cuenta con pocas casas, hallamos una pequeña capilla prerrománica en medio del bosque, junto al río atravesado por un puente de piedra. 

Al llegar a Sarria, descubrimos la pequeña iglesia románica y en Portomarín admiramos la iglesia fortaleza de San Nicolás, que desmontaron porque iba a quedar inundada por la presa y que hoy corona una colina, junto al paso del Conde de la Maza y la Iglesia de San Pedro. 

 

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Una gran sorpresa nos esperaba en la iglesia románica de Vilar de Donas, donde las pinturas murales del siglo XIV adornan lo muros,  las lápidas, entierros de los Caballeros de Santiago, recuerdan los rostros de antaño y el piso baja hacia el altar como un camino que desciende del cielo para recoger las almas puras. Es, sin duda, una de las joyas del Camino de Santiago, fundada en el siglo XII, cuando se instalaron los Caballeros de la Orden Militar de Santiago, destinados a proteger a los peregrinos. Visitamos el Castillo de Pambre escondido dentro de una barranca, en medio del bosque de robles y encinos, cuyas murallas desafían el tiempo y cuentan historias de batallas. Construido en el siglo XIV por Gonzalo Ozores de Ulloa, se alza sobre un peñón que domina el río Pambre, cerca de Palas de Rei. Llegamos a la capilla de San Roque en Melide para descubrir su hermoso portal, cuyos arcos románicos perfectos se coronan con intrigantes capiteles. En la placita medieval admiramos la  iglesia parroquial de Sancti Spiritus con su fastuoso retablo, junto a la capilla de San Antonio y el Museo da Terra de Melide alojado en el antiguo hospital de peregrinos.Melide es tierra de gaitas, aquí nacieron y aquí se juntan el Camino Primitivo y el Camino Francés. En las afueras del pueblo, la Iglesia de Santa María, que data del siglo XII,  nos invitó a unos momentos de meditación frente a su portal románico puro y su cruceiro. Remojamos los pies en el río que bordea el albergue de peregrinos de Ribadiso, frente al puente románico que ha visto pasar tantas sandalias.

Finalmente entramos en Santiago de Compostela, dejamos el coche y paseamos caminando, alcanzando el Monte do Gozo entre peregrinos que llegaban después de tantos días de andar. Recorrimos los callejones, observando cada iglesia, cada portada románica, cada fachada gótica o barroca, recorriendo los arcos, descubriendo los pintxos y los excelentes restaurantes de Santiago como el Broá, el Rúa do Vilar o el Casa Ana. Llegamos a la Plaza del Obradoiro, la suntuosa plaza coronada por la imponente catedral. Abrazamos al Santo, tocamos el pilar que trae suerte y pasamos por la Puerta Santa, abierta porque era el Xacobeo, el Año Santo, haciendo todos los ritos que piden la tradición y la fe. Sentíamos en el corazón la pureza mítica de un peregrino, con una necesidad de meditar sobre la vida y sus valores. 

 

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Descubrimos el Colexio de San Xerome, el Hostal de los Reyes Católicos, la Plaza de Platerías con la Casa del Cabildo, la Plaza de la Azabachería con la Capilla de la Corticela y el Monasterio de San Martín Pinario. Recorrimos las típicas ‘rúas’ que palpitan con el corazón de Santiago Apóstol, contemplando la Casa del Deán, el Colegio de Fonseca, la Plaza de la Universidad con la Iglesia de la Compañía, el Mercado, la Iglesia y convento de San Agustín,  la Plaza de Cervantes, etc. 

Habíamos recorrido más de 800 km, atravesando regiones hermosas, diferentes épocas, visitando catedrales e iglesias fascinantes, monasterios fastuosos, caminando por el sendero tras la ambición de acercarse a un santo. Euskadi, La Rioja y Galicia nos habían dado el placer de la meditación, los ágapes y la belleza natural. Habíamos recorrido un Camino que llena de misticismo y enriquece el alma. Caminante hacia Santiago, no te preocupes, si tus pies duelen o si tu alma vaga en coche, siempre llegarás a un punto donde tu mente definirá un nuevo futuro tras horas de meditación y reflexiones. Muchos peregrinos terminan su recorrido en el cabo Finisterre, o Fisterra como lo llaman los gallegos, el cabo más occidental de la península Ibérica, el fin del mundo, y donde, según la tradición, queman su ropa para empezar una nueva vida, una existencia después del Camino a Santiago de Compostela, un mundo que nos lleva a disfrutar las bellezas del arte sacro y nos llena de leyendas e historias santas.

 

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Texto: Patrick Monney ± Foto: Patrick Monney, Oficina Española de Turismo en México, Turismo Euskadi, Turismo Galicia y La Rioja