Un vistazo al Black Badge Ghost Gamer, el primer Rolls-Royce Bespoke inspirado en la estética de los videojuegos clásicos y la cultura arcade contemporánea.
La cultura del videojuego clásico vuelve a ocupar un lugar central en las conversaciones sobre creatividad contemporánea, y su influencia comienza a permear territorios inesperados. Uno de los ejemplos más elocuentes es el Black Badge Ghost Gamer, una pieza única salida del programa Bespoke de Rolls-Royce.
Concebido para un empresario tecnológico cuya identidad permanece en el anonimato, este encargo revela cómo la estética de los gráficos pixelados de la era arcade puede dialogar con los códigos más rigurosos del lujo automotriz.
Más que un guiño lúdico, el Ghost Gamer funciona como un estudio sobre cómo las referencias culturales pueden integrarse en un objeto de alta artesanía sin perder coherencia ni sofisticación.
Para este Ghost Series II totalmente reinterpretado, el equipo de Bespoke recurrió a motivos de 8 bits, detalles ocultos y elementos gráficos típicos de las máquinas recreativas. El exterior combina un acabado Azul Salamanca con una capa superior Cristal sobre Negro Diamante, mientras que la tradicional coachline adquiere un carácter inesperado con el motivo “Cheeky Alien”, aplicado a mano.
En el interior, los asientos lucen bordados con la frase “Jugadores del uno al cuatro”, una declaración directa del concepto lúdico que define el proyecto. Joshua McCandless, diseñador de Bespoke en Rolls-Royce Motor Cars, subraya que el atractivo de trabajar en la división radica precisamente en la amplitud de ideas que sus clientes quieren materializar. En este caso, el equipo se sumergió en el arte, la cultura y los videojuegos de la era arcade para capturar su espíritu sin caer en la literalidad.
El Ghost Gamer refleja cómo no solo se trata del primer Rolls-Royce inspirado en el videojuego clásico, sino de una demostración de hasta dónde puede llegar la personalización cuando se concibe como un ejercicio cultural.