Gemas de hielo

Han pasado varios meses desde la vendimia tradicional; sin embargo en algunos viñedos, de Alemania y Canadá, fila tras fila, cuelgan prístinamente las vides cargadas con uvas maduras de Riesling y Vidal blanc, aunque también las hay de Gewürztraminer, Chardonnay o Cabernet franc. Así permanecen hasta diciembre y, a veces, hasta en enero o febrero, donde las heladas invernales provocan que las uvas lleguen al grado de congelación, lo que provoca que se concentren sus azúcares y ácidos frutales.

 

El fortuito nacimiento de un deleite

La tradición del Eiswein inicia a partir de lo que podría considerarse una tragedia, pues según cuenta la tradición, fue descubierto por casualidad cuando unos viticultores de Baviera, Alemania, en 1794 vieron afectados sus viñedos tras una helada imprevista por lo que pensaron que eso sería su ruina. Sin embargo, alentados por la historia de los viejos monjes benedictinos, del vecino monasterio de Johannisberg, quienes 20 años atrás realizaron a propósito una cosecha tardía, de la cual surgió lo un dulce licor –hoy conocido como Spätlese–, decidieron recolectar esas uvas congeladas y someterlas al proceso de los clérigos; así que fueron prensadas produciendo un elixir cuyo el resultado, contra todo pronóstico, fue un vino exquisito. Desde entonces, el vino de hielo es un codiciado producto de las regiones vinícolas más frías de Alemania, Austria y Canadá.

 

 

Singularidades mágicas

En Alemania, la cosecha del vino de hielo tradicionalmente se realiza a oscuras, en las frías madrugadas de invierno cuando la temperatura ronda los -12ºC, ya que se cree que hacerlo así le da bondades especiales. Se trata de un vino que produce una explosión de sabores en boca con una sorprendente concentración de dulzor y una elevada acidez, por lo que envejecen bien y se benefician de un tiempo de reposo en la botella, especialmente aquellos elaborados a partir de la variedad Riesling. También son vinos agradables en su juventud y, por tanto, su cata depende en buena medida de las preferencias personales.

 

Texto: César Mejía ± Foto: GRUUNA / leinston / SPLENDITTABLE