El mar como tema del arte aparece a menudo en las creaciones de los artistas de nuestro tiempo, pero también en gran cantidad de creadores del pasado. Sin ir muy lejos, hace un siglo más o menos, conocimos una época gloriosa del arte donde el mar también estuvo muy presente. Hablamos de las llamadas vanguardias históricas: el Cubismo, el Fauvismo, el Expresionismo, el Futurismo, el Dadaísmo, el Abstraccionismo y hasta el Surrealismo, movimientos renovadores de un arte anquilosado tras medio milenio de influencia clásica, tras quinientos años de representación renacentista.

Los comienzos del siglo XX son agitados, revolución y guerra, y precisamente del lenguaje militar vendrá ese concepto referido a la primera línea de fuego: la vanguardia. Cientos de artistas en diferentes países abordaban el problema del arte desde ópticas nuevas; sin temor a matar la gallina de los huevos de oro acometieron cual ariete contra las instituciones artísticas. El arte se henchía de vitalidad y, al tiempo en que se alejaba de la necesidad de presentar (que muy bien lograba la fotografía) se abocaba a representar, a presentarse como un arte de avanzada, arte moderno, olvidando el pasado y mirando hacia el futuro.

 

 

Todos y cada uno de los “ismos” buscan mediante la experimentación constante nuevas formas expresivas, nuevos medios, nuevos abordajes. El arte se hace autónomo, un verdadero laboratorio de experimentación del fondo y la forma, del continente y del contenido, del papel del artista, del público, de los canales de distribución, de las formas de consumo. El escándalo, los manifiestos, y la necesidad de destruir lo anterior convirtieron a los movimientos de vanguardia en una sucesión constante de luchas y descalificaciones, para al final quedar perfectamente absorbida por el sistema, por el mercado del arte. El agitado desequilibrio como forma de desarrollo -que nos ha dado una inmensa gama de posibilidades de acercarse al arte- también puede acabar convirtiéndose en algo lineal. Veremos a continuación algunos ejemplos de las distintas tendencias que arrasaron desde principios del siglo XX en el mundo del arte, artistas muy distintos que tienen en común el afán renovador y también, por qué no, el tema del mar.

Me es imposible reproducir servilmente la naturaleza: estoy obligado a interpretarla, a subordinarla al espíritu del cuadro. Una vez halladas todas mis relaciones de tonos cromáticos, de ellas debe surgir un acorde vivaz de colores, una armonía análoga a la de una composición musical. (Henri Matisse)

El Fauvismo (del francés fauve: salvaje), del que tenemos aquí dos buenos representantes, André Derain (1880-1954) y Henri Matisse (1869-1954), fue de los primeros movimientos netamente vanguardistas y modernos: al mirar un cuadro hay que olvidar lo que representa, decía Matisse y también: el pintor no tiene que preocuparse de los detalles mezquinos. La fotografía lo hace mucho mejor y más rápidamente. Aquí el color puro arrastra la bruma impresionista, el alto contraste sustituye al dibujo, el dinamismo y la sensualidad son la razón de ser. Se pretende un arte independiente de la realidad o más bien un arte que invente su propia realidad.

 

 

 

 Mientras en Francia se desarrollaban simultáneamente el Fauvismo y el Cubismo, y en Italia el Futurismo, en Alemania surgía el llamado Expresionismo. El grupo Die Brücke (El Puente) unía la libertad creativa a la necesidad revolucionaria, la pintura se convierte en expresión cromática pura, llena de violencia y gestualismo, pero además posee un fuerte mensaje político y filosófico que pretende transformar la mente de quien lo contempla; presentamos una obra típica de Max Pechstein (1881-1955). La conciencia social y la marcada estructura dibujística son sus características esenciales, se trataba de usar la pintura como medio de expresión del artista sin ataduras de ninguna índole.

Lyonel Feininger (1871-1956) de quien presentamos una hermosa composición marítima es un artista a caballo entre el Expresionismo y el Cubismo. Fue maestro de pintura de la famosa escuela de arte Bauhaus que pretendía transformar mediante el arte a la sociedad, haciendo acceder a las mayorías a un arte eficaz y expresivo, comprensible a la vez que liberalizador. Las obras se estructuran geométricamente, mediante un estudio de luces y sombras para que en la composición final cada forma “viva su propia vida”. Se trataba de sustituir la composición según la naturaleza por la estructura autónoma del cuadro.

 

 

El Surrealismo es la última oleada del arte de vanguardia que afectaba no tanto las técnicas y soportes como los contenidos y temas de la obra de arte. Mediante la escritura y el dibujo automático se buscaba mostrar esos otros mundos que están en éste, el mundo del inconsciente recién descubierto por Sigmund Freud, las pulsiones sexuales ocultas, el valor de lo onírico: Sueños, sueños, el dominio de los sueños se extiende a cada paso (Aragón, 1923). Salvador Dalí (1904-1989) es un perfecto representante de esa búsqueda espiritual que iba más allá de lo aparente, mostrando una realidad­ mucho más amplia.        

Técnicamente, toda obra surge tal como surgió el cosmos: a través de catástrofes que del caótico mugir de los instrumentos terminan por hacer una sinfonía, que recibe el nombre de música de las esferas. Crear una obra es crear un mundo.

Wassily Kandinsky

 

 

Texto: Josu Iturbe ± Foto: IMGRES • AH.