Entre espejos y el cielo 

 

Día 1

Brasil. Mi novia y yo solos, flotando en la piscina de un placentero hotel de Río de Janeiro. Ella agranda los ojos, pestañea rápido dos veces, y me pregunta: «¿te animarías a recorrer el Amazonas?». El mesero se acerca; hace todo lo posible por escuchar mi respuesta; lentamente, deja unas caipiriñas. «Claro, ¿pero qué dices?-contesté bravamente-. Acaso, ¿dudas de mi espíritu de aventura? Aparte, no sé si sabías, pero yo de joven recorrí todos continentes solo con una mochila; claro que me animaría...». «¡Qué bueno! -me contestó ella, con la felicidad de una niña-. Yo sabía que te iba a gustar la idea, por eso compré dos lugares en un crucero de lujo que navega el amazonas por cinco días.

No hubo más. Empacamos. Al otro día salimos para Iquitos, Perú. Ella, feliz; yo caí en cuenta de que todo había sido planeado y ni enterado... Llegamos al aeropuerto. El servicio comenzó con un autobús que nos traslado al puerto de Nauta, donde aguardaba la embarcación. El Aqua, un crucero de lujo de cinco estrellas, esperaba por nosotros. Tras una charla con los guías sobre la seguridad en el barco, disfrutamos de una romántica cena peruana, sobre la cubierta de madera y bajo la oscura noche. La comida fue toda una experiencia dentro del viaje. Saboreamos un enchilado de pato con majado de yuca que se robó todos los aplausos. 

El servicio de la tripulación es impecable y cada uno demuestra mucha amabilidad. Por esas horas, el río estaba manso y silencioso. Yo me preguntaba todavía, como pasé, en menos de veinticuatro horas, de nadar en la piscinita del hotel a navegar el río más caudaloso del mundo. La verdad que sin aventura no hay vacaciones completas. Ella siempre tiene razón. La idea era adentrarse en el río Amazonas, sobre una embarcación con todas las comodidades, hacia la reserva Nacional Pacaya-Samiria, la segunda más extensa de Sudamérica.

 

 

 

Día 2

Las lujosas habitaciones del barco se sienten muy cómodas y espaciosas; es un acierto y un alivio que estén equipadas con aire acondicionado, para no sufrir el calor amazónico; poseen baños completos con duchas de agua caliente todo el día; pero lo mejor de todo descansa en tener, desde piso hasta el techo, una ventana panorámica para observar toda la naturaleza circundante.

Al otro día nos despertamos temprano. Desayunamos liviano con la tibieza del sol y nos preparamos para una expedición al río Yanallpa. Conocimos a Julio, guía perspicaz y, por demás, nuestro preferido; nos invitó a abordar las lanchas para explorar este torrente de aguas oscuras que forma parte de la Selva Amazónica. Resulta increíble observar, mientras flotamos por el río, como los árboles y las plantas van formando un túnel de vegetación espesa. Julio, mientras surcábamos la selva, orientó nuestra atención sobre unos monos frailes. De manera muy simpática se les forma una máscara blanca en la cara, aspecto que los hace parecer unos traviesos peluches. Entre las copas de los árboles, encontramos algunos loros y una bandada de coloridos guacamayos que parecían simular un arco iris de plumas.  

Luego de una comida y una siesta merecida, subimos a las lanchas para conocer la “selva de los espejos” El agua era oscura y en absoluta quietud, como si durmiese. Los árboles y el cielo estaban tan perfectamente reflejados en el río que alguno puede perder la orientación. También tuvimos la fortuna de alcanzar a los enigmáticos caimanes, escondidos entre unas plantas y notados por el guía, gracias a un par de ojos deslizándose por el río. 

 

 

 

 

 

Día 3

Seis de la mañana y arriba. Unos  pequeños pájaros color azul revoloteaban en la ventana. Recién pudimos despertarnos del todo al subir al bote que nos llevaría por una expedición al Lago Hatum Posa, un hermoso e intrincado espejo de agua en forma de herradura. Si usted es un amante de las aves, en este paseo podrá avistar una enorme cantidad de pájaros como halcones, elegantes garzas, golondrinas, cormoranes, que al cazar descienden en picada sobre el río, y los más extraños de todos: los camungos. 

Parecen grandes pavos torpes, pero no es el caso; vuelan de manera diestra, poseen un cuerno en su cabeza y su característica más llamativa es la de producir un extraño sonido agudo y alto cuando perciben un peligro u otra anormalidad. Tanta naturaleza y vida pura circundante se vuelven optimismo y energía positiva para uno.

Volvimos al barco para el almuerzo. El chef a bordo nos sorprendió con unos langostinos jumbo con pepián de choclo y coco acompañado de una ensalada de mango. La tarde la guardamos para descansar y tomar sol en la azotea del barco; Julio nos avisó que emprenderíamos una caminata a través de la jungla, cerca del poblado Hatum Posa. Fuimos a pie por la selva. La vista, a estas alturas, se volvió más aguda, percibíamos más colores y diferenciábamos cosas que antes pasaban inadvertidas para nuestros ojos. ¿Será la invitación de la naturaleza, ofrecida para recordarnos nuestro origen? 

A medida que íbamos recorriendo la selva, el guía se detenía pacientemente para explicar el uso medicinal de cada árbol y planta con el que dábamos y la importancia que tenían para los habitantes del lugar. El bosque era su gran farmacia natural. Volvimos al Acqua extenuados. Al finalizar la tarde, tomamos las lanchas para navegar el río Pacaya. El sol se colaba, apenas, entre las ramas de los árboles; los monos capuchinos, frailes y aulladores estaban asomados al ocaso y curioseaban a los nuevos visitantes. Los aulladores tienen la particularidad de emitir un grito muy fuerte y agudo como seña para marcar su territorio; sumados a otros animales que despiertan con la caída del sol dan inició a un concierto silvestre. 

 

 

 

Día 4

El sueño de esa noche fue sumamente placentero. Este era el día que estaba aguardando: tarde de pesca; según el guía, las especies de peces, que allí habitaban, rondaban unas tres mil variedades tropicales diferentes. La mañana era fresca y húmeda. Abordamos temprano las lanchas para dirigirnos al río Puinahua. Avanzamos lentamente; mientras desayunamos algo ligero, sentimos la plenitud de la selva en sus misterios. 

Todo parecía en paz por esas horas. Nos detuvimos cerca del hábitat de los amistosos delfines rosados. Un animal tan adorable y amistoso que difícilmente uno pueda resistirse a su simpatía. De color rosado y con bocas alargadas y en punta, se diferencia de los otros de su misma especie.Entre las tribus amazónicas, existe la creencia de que estos animales se convierten en seres humanos para raptar de sus pueblos a hombres y mujeres, durante las celebraciones populares.

Dejamos los delfines y, ahora sí fuimos a lo mío. Solo el ruido selvático, mi caña, yo, y los innumerables peces. Luego de un rato, vi como los demás sacaban peces a gusto y placer, yo, de mala gana abandoné mi caña. Lo único que había podido sacar fue una pirañita, un pequeño pez carnívoro usado en varias películas de terror para atemorizar al público.

Aguantando la risa, ella se acercó y me dijo que, probablemente, si no había conseguido sacar nada,-mientras que para los otros los peces parecían saltar al bote- fue porque el enorme pez que capturé había sido devorado por la pequeña piraña antes de subirlo... Inmediatamente pasé a ser el blanco de burlas de la lancha para luego ser el de todo el barco. 

El día cerró con una cena de despedida; algunos de la simpática tripulación del Acqua compartieron asombrosas historias y anécdotas de las que encierra el caudaloso río y la lujosa embarcación. Entre tragos ofrecidos, como el tentador pisco sour y la refrescante caipiriña, platicamos hasta la madrugada.

 

 

 

 

Día 5

En nuestro caso, hemos elegido marzo para realizar el viaje, situación que permitió, sumado al buen clima en el último día del crucero, subirnosa las lanchas por una salida más. La comunidad ribereña de Belén aguardaba por nosotros. Lo curioso de este poblado consiste en 

cómo arman sus casas y tiendas, de manera tal que flotan sobre el río. Caminamos por el mercado tradicional de alimentos de la amazonia peruana; este es el lugar donde varios de los pobladores se reúnen para vender y comprar sus productos. Aquí se puede encontrar de todo y es una buena ocasión para adquirir algunos obsequios autóctonos.

Para la hora del almuerzo, teníamos todo empacado y listo. Almorzamos unas frutas e iniciamos el traslado a Iquitos. El contraste fue chocante.

Cinco días navegando el Amazonas, recorriendo la reserva Pacaya Samiria, conviviendo con una inimaginable variedad de animales salvajes bastó para hacernos sentir un poco extraños entre la gente y el inmóvil cemento de la ciudad. Por cierto, ella está en lo cierto. ¿Qué otra mejor manera de experimentar el pulmón del mundo, sino es navegando en la absoluta comodidad de un crucero cinco estrellas?

Texto: Emanuel Alday ± Foto: Aqua Amazon / ARIA / static / WIMBACONECTION / Katiel Ves