Desde Málaga Hasta Gibraltar

En la costa de Andalucía los árabes habían establecido plazas fuertes desde las cuales vigilaban el horizonte y no dejaban que se acercara ningún invasor. Los comerciantes eran bienvenidos, y Málaga era la puerta de entrada de las preciadas mercancías que venían de África del Norte y de Oriente Medio.

En las montañas, los Pueblos Blancos acogían la luz tranquila del Mediterráneo. Los jardines de la Alcazaba de Málaga recibían a la gente importante, en tiempos en que el reino Al Andaluz dominaba esa parte del mundo, por su riqueza, su elegancia, su sabiduría, sus conocimientos en medicina, astrología y navegación.

 

 

Hoy en día, Costa del Sol, que dispone de la riqueza de tener 300 días de sol. Es uno de los lugares más concurridos del planeta, donde cada verano se encuentra la gente más famosa. Cuenta con 11 puertos deportivos internacionales, como Benalmádena, Banús y Marbella, donde lucen los más bellos yates, los coches más despampanantes, las fiestas más extravagantes.

Las noches son eternas en Marbella, las mansiones sobre las colinas deslumbran con lujo y seguridad, los clubes de playa resguardan a mujeres elegantes. Hay 30 campos de golf de los mejores de Europa, los pueblos se animan con fiestas o invitan a recorrer sus callejones blancos y desolados, donde las sombras se pintan sobre los muros encalados.

 

 

Málaga

Desde lo alto del castillo del Gibralfaro, ese inmenso fuerte que corona la colina, la vista es soberbia. Las murallas bajan por la colina, protegiendo la extensa Alcazaba, construida entre los siglos VIII y XI, donde se alojaba un palacio que encerraba jardines encantadores, y que hoy en día alberga al museo arqueológico. Las murallas van hacia la ciudad para encerrarla entre sus muros. En aquel entonces, las puertas se cerraban cada noche para dar seguridad de sus habitantes, cuando el canto del muecín llamaba al rezo de la tarde.

Gibralfaro era un fuerte intocable, construido en el siglo VIII. Dominaba la ciudad y el valle para asegurar la protección del puerto, que era muy importante para el comercio desde el tiempo de los fenicios y de los romanos. Se descubrieron los restos del gran teatro romano al pie de esa misma colina.

Málaga es una ciudad llena de encanto, que ha conservado sus callejones donde rivalizan en belleza los rincones insólitos con placitas y edificios antiguos. Cuando la preparación de nuestro velero estuvo lista, en el Real Club Mediterráneo de Málaga, nos dimos tiempo de visitarla y apreciarla. Es una gran ciudad, con un rico pasado.

 

 

 

En sus callejones se observan edificios elegantes que datan de finales del sigo XIX, cuando Málaga se volvió famosa por la producción de un vino dulce que se puso de moda. Pero también hay edificios más antiguos, que datan del tiempo de los árabes, con su estilo morisco; así como la casa natal de Picasso, donde el pintor pasó gran parte de su infancia. Además está el Museo Picasso, que se encuentra en el palacio renacentista de los condes de Buenavista.

La catedral, construida en 1528 sobre las bases de la gran mezquita Aljama, presenta una curiosa mezcla de estilos, y es impresionante con sus altas bóvedas divididas en cúpulas al estilo árabe, su hermoso coro y sus tallados en piedra que adornan las puertas. Una de las dos torres, llamada “La Manquita”, nunca se terminó, con lo cual guarda un aire asimétrico que hace mayor su grandeza.

Hay jardines que adornan la ciudad; las iglesias son elegantes, como la de Santiago, de estilo gótico mudéjar, que alberga la imagen del Cristo de Medinaceli, de gran fervor en la ciudad, y también el santuario de la Virgen de la Victoria, patrona de Málaga. Las placitas invitan a disfrutar de su misterio, las tiendas son la diversión y los bares de tapas se llenan de gente que crea un ambiente inigualable. La marina, dentro del gran puerto, es maravillosa, con todos los mejores servicios. Se encuentra frente a la ciudad antigua.

 

 

 

 

Málaga ofrece 29 playas de arena, y la de Don Carlos es la más concurrida. Las noches no se callan nunca y las terrazas se llenan, la gente sale a tomar fresco, a platicar o discutir, uno de los deportes favoritos del malagueño. Las tapas se piden a montones, los bares con espectáculos de flamenco complacen al turista, que encuentra una pizca de lo auténtico. La vida nocturna es una gran fiesta perpetua.

 

Desde Málaga hasta Benalmádena

La navegación empezó con un día caluroso y brillante, en el que el cielo se unía al mar con un color que sabía a gloria. El viento era de fuerza moderada, con dirección sureste, lo que facilitaba nuestra navegación. Pasamos por la extensa playa de San Andrés, que sigue al sur de Málaga, hasta Guadamar, creada por la desembocadura del río que un día debe de haber traído mucha agua, y donde los europeos del norte extienden sus toallas para gozar del sol.

 

 

Al sur empieza una zona de rocas y bahías, y los edificios surgen creando el paisaje que anima toda la costa sin interrupción hasta Gibraltar. Después de una navegación placentera, pasamos por la playa la Carihuela de Torremolinos y su hermoso paseo marítimo, y finalmente nuestro velero entró en la marina del puerto deportivo de Benalmádena, para atracar en nuestro lugar reservado.

Torremolinos conserva callejones de lo que era un pueblo típico andaluz, con muchos bares de tapas, restaurantes, antros de flamenco, discotecas y tiendas. La ciudad ha mejorado con su paseo marítimo renovado, sus espacios verdes, la Torre Pimentel y el Molino de Inca, que recuerdan su pasado.

Nos dedicamos a visitar el encantador pueblo de Mijas, que se encuentra a 425 metros de altura, en las laderas de la montaña de Alpujata, donde las casas blancas deslumbran, los balcones florecidos alegran con sus colores, y los callejones se empinan para recorrer ese exquisito lugar, que se extiende alrededor de su plaza principal.

 

 

El pueblo conserva su fisonomía islámica, con parte de sus murallas, y burros-taxis que llevan a la gente por el pueblo o hasta la Ermita de la Virgen de la Peña. En el peñón encontramos la parte antigua, donde se alojaba la Alcazaba, y que se corona con la bella iglesia de la Inmaculada Concepción, construida sobre los restos de la mezquita en el siglo XVII, conservando su artesanado mudéjar y su torre, al lado de la encantadora plaza de toros cuadrada, junto con su museo taurino.

En Benalmádena destacan el castillo Bil-Bil, un edificio moderno de estilo árabe al borde del mar, que encierra el museo arqueológico, y las torres de vigía que datan del siglo XVIII. Al lado, Fuengirola ofrece más de siete kilómetros de playa, que terminan al pie del castillo de Sohail, del siglo XII, y vigila las playas que se llenan desde lo alto de su colina.

Las noches en Torremolinos se animan en los bares de copas, en el casino y en los antros de flamenco que seducen a los turistas. En este lugar, muchos siguen aún disfrutando de la noche cuando el sol ya aparece sobre el horizonte.

 

Desde Benalmádena hasta Marbella

Con el mismo viento moderado, seguimos la costa para pasar frente a Fuengirola, con su paseo marítimo y su puerto deportivo, dominado por el castillo. Encontramos la zona rocosa de la Torre de Calaburra, que protege el puerto deportivo de Cabopino, seguido por la playa nudista de arena fina al pie de sus dunas.

 

 

La sucesión de playas y calas se puntea con las torres de vigía, como las de Calahonda, de Los Ladrones y de Río Real. Pasamos por el desarrollo exclusivo de Los Monteros, donde se encuentra el mejor hotel de Costa del Sol, con su elegante club de playa, y finalmente entramos en la marina de Marbella, una de las mejores.

Marbella, frecuentada por estrellas de cine, cabezas coronadas y el jet set europeo, es una ciudad encantadora, donde destacan los vestigios de su pasado árabe en los callejones animados por los restaurantes y las boutiques.

La iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación domina el centro antiguo al pie del viejo castillo árabe. Impresiona por su muralla, donde se entrelazan callejones estrechos y la bella Plaza de los Naranjos, en la que están el Ayuntamiento (1568), la Ermita de Santiago (del siglo XV) y la Casa del Corregidor, cuya fachada barroca-gótica-mudéjar data de 1552.

El Convento de la Santísima Trinidad alberga un impresionante claustro. El Hospital de San Juan de Dios resplandece con una portada de piedra labrada, su puerta de madera con el escudo real y la techumbre de su capilla de armadura mudéjar. El Palacio de Bazán sorprende por haber sido construido en el siglo XVI sobre tres casas árabes, y entremezcla elementos renacentistas, góticos y mudéjares. La iglesia del Santo Cristo destaca por su portada de piedra labrada y su techo octogonal del camarín cubierto de tejas vidriadas.

 

 

 

 

Las noches crean un encanto y, después de pasar el día en sus playas, los bares de tapas permiten disfrutar los excelentes productos del mar. Las terrazas se animan, todos hablan fuerte, la música surge en cada rincón. Finalmente, al atardecer, llegamos a nuestro puerto de atraque, el famoso Puerto Banús, donde encontramos los más extraordinarios yates. Un paseo marítimo lleno de vida de ocio, con los mejores restaurantes y bares, todo lo suficiente para vivir la noche con alegría.

Visitamos los vestigios romanos de San Pedro de Alcántara, donde son interesantes las bóvedas o termas romanas, y los restos de la iglesia paleocristiana­ del siglo III, con su piedra bautismal por inmersión en forma de cruz.

Alcanzamos la Ermita de los Monjes, desde la cual la vista es soberbia. Visitamos el sorprendente pueblo de Ojén, un Pueblo Blanco escurrido sobre las laderas de la Sierra de la Alpujata, donde los callejones empinados llevan a la plaza central, en la que se aloja la iglesia y los mejores restaurantes. Finalmente llegamos al refugio de Juanar, en medio del bosque de pinos, desde el cual exploramos la sierra caminando.

Más allá, Monda y Coín son otros de los tesoros de la sierra. Marbella es uno de los mejores lugares del mundo para jugar al golf, ya que cuenta con gran variedad de los más bellos y elegantes.

 

 

 

Desde Puerto Banús hasta Estepona

Las Playas del Negro, del Sol-Villacana, se siguen hasta llegar a la hermosa playa de Estepona, bordeada por el floreado paseo marítimo, bajo el dominio de la iglesia con su elegante portal, alojada sobre la colina que visten las casas blancas del casco antiguo.

Esa corta navegación nos permitió atracar en el Puerto Deportivo de la Marina del Mediterráneo de Estepona, uno de los más hermosos de la costa, protegido por el faro de la Punta de la Doncella. Estepona es un hermoso pueblo, donde es muy placentero caminar por sus callejones.

Así, visitamos uno de los pueblos más enigmáticos y emblemáticos de la Sierra de Bermeja: Casares. En medio de altos peñones, su comienzo remonta a la época romana, pero su casco antiguo es completamente de origen árabe. Sus calles estrechas, intricadas y escarpadas le han conferido el nombre de “pueblo colgante”.

Bajo el dominio de las ruinas del castillo árabe que acompaña la iglesia de la Encarnación, sobre un peñón que domina al resto del pueblo, como para vigilarlo y, seguramente, protegerlo. Destacan el Convento de Capuchinos, las cuevas, la Cima de los Huesos, la Torre de la Sal y la casa natal de Blas Infante, padre de la patria andaluza. Es un Pueblo Blanco que nos transporta en el pasado.

 

 

Desde Estepona hasta Gibraltar

A lo largo de la costa se suceden las largas playas, las calas, los hoteles de lujo, las urbanizaciones. Pasando San Luis de Sabinilla, la Marina de la Duquesa en Manilva, Martigina, la Playa de Chullera, hasta llegar al elegante desarrollo de Sotogrande.

Descubrimos entonces los últimos rincones salvajes de Costa del Sol, donde no existen los accesos por carretera, con hermosas caletas al pie de las colinas, hasta navegar por la  playa de la Línea de la Concepción, un gran pueblo fronterizo, donde se hacen largas filas de coches para entrar en Gibraltar. Su capilla del mar, La Roca, adorna la playa de arena fina. Ese emblemático peñón que pertenece a Inglaterra desde 1713 y que embellece al Estrecho del mismo nombre.

Tarik fue el conquistador árabe que navegó por el Estrecho en el siglo VIII, para lanzarse a la conquista de España, ocupada durante siete siglos, y lo renombró “Djebel Tarik” (Montaña de Tarik), nombre que se deformó con el tiempo para derivar en “Gibraltar”.

Pasamos la punta de Europa para darle la vuelta, y entramos en la Bahía de Algeciras, para atracar en la marina del gran puerto de Gibraltar. Con 4.8 por 1.4 kilómetros, largo y ancho, respectivamente, el peñón alberga una ciudad repleta de tiendas, donde las mercancías están libres de impuestos. Un antiguo castillo árabe la domina, construido en el siglo VIII, con su torre, el keep, que sirve de cárcel, los “Siege Tunnels” que se extienden sobre 80 kilómetros, y la cueva St. Michael que sirvió de hospital durante la Segunda Guerra Mundial.

 

 

 

En la Europa Point, los monos andan en libertad. Según la leyenda, cuando esos simios se vayan se irán los ingleses. Es decir, nunca. Porque tienen su comida asegurada. Un teleférico lleva a la cima, a 450 metros sobre el nivel del mar, desde el cual la vista es impresionante, sobre el Estrecho, la bahía y las costas marroquíes.

Costa del Sol sorprende por su belleza y su vida de ocio. Allí acuden los más famosos de Europa, América y Medio Oriente. Los palacios se elevan sobre las colinas, los más fabulosos yates atracan en sus puertos, las fiestas llenan las páginas de revistas, la costa es un remolino de vida social.

Málaga y los pueblos conservan su autenticidad, los callejones preservan la vida de la Andalucía de siempre, los restos de su rica historia invitan a dar paseos históricos. Costa del Sol, Marbella es tu estrella, Málaga tu madre y los Pueblos Blancos    brillan en tu sierra para reflejarse en el azul de tu mar bordeado por una fiesta perpetua, con ritmo flamenco.

 

 

 

 

Texto: Interiores Patrick Monney, Portadilla, RVG  Images ± Foto: Interiores Patrick Monney, Portadilla, RVG  Images.