Forjada del material con el que se hacen los sueños

Una obra de arte que abarca tres islas, producto de un trabajo conjunto entre naturaleza, humanidad y lo que pareciera ser energía divina, eso es Malta.

Sus detalles antiguos, contemplativos, museísticos y trascendentes en cada esquina del pequeño territorio que lo componen, elevan la vivencia de cualquiera que recorra sus paisajes y peculiares calles, testigos de una enigmática historia, la cual nunca termina de develarse.

Se trata de un escenario sin par en el mundo, donde los rasgos europeos pronto se pierden entre un mar de arquitectura sin tiempo ni dominio, en lo que parece una ciudad que se viste de pueblo pequeño con su trato cálido y sin prisa, así como un aspecto enraizado en colores y formas dibujados etéreamente por las épocas que ha presenciado.

 

 

El arte hace diversas referencias a este destino, algunas directas, otras más enfocadas en torno a los relatos de sus órdenes místicas, o bien a los múltiples misterios que resguardan sus templos y ruinas arqueológicas. Quizá una de las leyendas más representativas sea la del “halcón maltés”, hecho que se referencia tanto en la literatura como en el cine, aunque la ficción poco obedece a la verdadera historia del ave que se convirtiera en un referente obligado de la cultura maltesa.

Y aunque en realidad El Halcón Maltés de la novela de Dashiell Hammett o el de la película de Humphrey Bogart –basada en el mismo texto–, poco tenga que ver con el verdadero halcón de la mítica historia de Malta, debemos admitir que el fragmento que compone uno de los diálogos más célebres del cine negro, es perfecto para describir de qué parece estar formado cada rincón de este lugar, digno de las más oníricas fantasías de artista alguno:

–¿De qué está hecho?– Preguntan al personaje de Humprey Bogart respecto a la figura del halcón maltés, quien responde; “Del material con el que se construyen los sueños”.

 

 

 

 

Los cimientos del mito

 

Malta es un país joven en sentido estricto, pues las tres islas que componen su actual República; Malta, Gozo y Comino, formaban parte del Reino Unido hasta 1979, cuando se convirtieron en una nación independiente que más tarde, en 2004, pasó a formar parte de la Unión Europea y a emplear el euro como moneda oficial hasta el 2008. Sin embargo sus raíces son por demás antiguas, repletas de sincretismo por parte de varias de las más grandes culturas, así como un sólido sentido de identidad que, entre otras virtudes, destaca el honor, la fuerza y el humanismo, y que se formó con base en múltiples episodios de duras pruebas.

Grandes civilizaciones mediterráneas han dejado huella y construido la riqueza de Malta; desde griegos, fenicios y romanos hasta árabes, pasando por cartagineses, bizantinos, españoles y, por supuesto, británicos. Actualmente se trata de un país muy pequeño pero con una alta densidad de población a pesar de no llegar al medio millón de habitantes, pues poco más de 427,500 personas se dispersan en tan sólo 316 km2 de extensión territorial. Resulta complejo determinar el verdadero origen de esta nación ubicada en el corazón del Mediterráneo. Sin embargo, se tienen registros de sus primeros moradores en la Edad de Piedra, 5000 años a.C., quienes provenían en su mayoría de lugares como Italia, más concretamente Sicilia, así como algunas regiones de África.

 

 

 

Por su parte, antiguos fenicios arribaron a Malta aproximadamente en el año 1000 a.C., lo que le dio a este destino una importancia a nivel de comercio y llamó la atención tanto de griegos como romanos, cuyos imperios rápidamente ocuparon La Valletta, siendo los romanos quienes conquistaran y permanecieran por más tiempo. A partir de entonces, muchas culturas quisieron ocupar el territorio maltés, siempre en disputa por parte del Imperio Romano.

Los cartagineses lograron establecer ciertas raíces en la cultura malta que perduraron más allá del breve momento que ocuparon una fracción de este destino, pues rápidamente fueron expulsados por los romanos. En algunas regiones de Malta incluso se adoptó el idioma púnico durante un tiempo. Otra cultura que pisó suelo malta y dejó huella fue la bizantina, cuyo estilo en el arte es un rasgo evidente en las islas, aún en la actualidad.

Sin embargo, ningún otro sincretismo cambió tanto la identidad del archipiélago como la que provocaron los árabes, quienes arribaron al territorio maltés para darle verdadera batalla a los romanos poco antes del año 100 d.C. y quienes dotaron a la cultura maltesa de un tono muy diferente a sus raíces densamente italo-greco-romanas. De hecho el idioma maltés –uno de los dos oficiales de Malta junto con el inglés-, cuenta con bases árabes, italianas y castellanas.

 

Orden de Malta: amanecer de una leyenda cristiana

 

Alrededor de 1090, Malta había sido tomada por  el conde Roger de Normandía, quien rigió para luego compartir poderío con otros gobernantes como la Corona de Aragón, que también extendió su dominio a tierras sicilianas. De esta manera, Malta estuvo bajo el mando de Normandía, Sicilia y finalmente España durante aproximadamente tres siglos.

Fue en el Siglo XVI cuando un acontecimiento cambió el rumbo de esta nación para siempre: Carlos V concedió el territorio maltés a los Caballeros Hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén, la cual más tarde se conocería como la Orden de Malta. 

Se trata de un antiguo grupo místico que había logrado instaurar un hospital, iglesia y convento en Jerusalén, sedes que la Orden tuvo que defender durante las Cruzadas, por lo que la misma no sólo se desarrolló como una orden religiosa y hospitalaria, sino también militar. Desde entonces, los Caballeros Hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén adoptaron la cruz blanca de ocho puntas como emblema, mismo que hoy en día es referente de la cultura maltesa y uno de los souvenirs más populares de estas islas.

 

 

 

 

 

Antes de ser la Orden de Malta, este grupo tuvo presencia en otros lugares como Chipre y Rodas, donde desarrolló además una fuerza naval que más adelante serviría para la defensa del territorio maltés, al que arribó alrededor del año 1530, a cargo del Gran Maestre Frey Philippe de Villiers de l’Isle Adam, con el apoyo del Papa Clemente VII.

Cabe mencionar que la Orden había prometido no combatir contra otros cristianos cuando tomó posesión de Malta, lo cual no le impidió defender a la isla en lo que se denomina el Gran Asedio Turco, donde durante casi cuatro meses bajo el mando del Gran Maestre Frey Jean de La Vallette, se logró impedir la invasión turca. Fue entonces cuando se instauró el puerto de La Valletta y lo que hoy se conoce como la capital de Malta, gracias a su fundador y defensor.

En esta época reinó un ambiente de crecimiento en la isla, donde se construyeron imponentes baluartes de defensa, así como edificios, iglesias, escuelas y hospitales, además de desarrollarse las artes, la medicina y el nivel académico de una población que jamás volvería a ser la misma.

La Orden de Malta también luchó contra invasores otomanos y grupos de piratas, sin embargo los turcos no se daban completamente por vencidos, lo que derivó en un gran episodio en la historia maltesa: la Batalla de Lepanto. Esta victoria por parte de la flota naval de la Orden, así como las fuerzas del territorio, contuvo significativamente el avance del Imperio Otomano hacia toda Europa.

 

 

Malta, el eterno pilar estratégico en disputa

 

La promesa dogmática de no atacar ni combatir contra ningún cristiano por parte de la Orden de Malta, le otorgó el control de este territorio a Napoleón Bonaparte, quien en 1798 ocupó la isla.  Fue entonces cuando la Orden de Malta tuvo que emigrar hacia otros territorios, para más adelante instalarse en Roma, donde persiste hasta nuestros días.

Los habitantes de Malta no sentían simpatía alguna por los franceses, por lo que no dudaron en apoyar bélicamente a los británicos cuando éstos invadieron para hacerse del poder de la isla, lo cual lograron en 1800, aunque su posesión no fue aceptada por Francia hasta 1814, en el Tratado de París. 

Bajo el dominio británico fue que Malta vivió las dos guerras mundiales que nuestro mundo conoce, aunque de un modo particular, ya que como perpetuo punto estratégico del Mediterráneo, fue incuso rodeado y casi invadido por los nazis y fascistas durante la II Guerra Mundial.

Durante todo ese tiempo, los malteses apoyaron a los británicos y se mantuvieron como colonia, incluso fueron condecorados con la Cruz de San Jorge por su valentía durante la guerra. Sin embargo, Malta estaba destinada a ser una nación independiente y era algo que sus habitantes deseaban profundamente, dadas sus raíces de identidad autónomas y grandes rasgos de libertad.

 

Una nueva nación

 

Tras varios tratos que concedían cierto nivel de autorregulación al territorio maltés, fue en 1962 cuando el Primer Ministro George Borg Olivier, solicitó a Reino Unido conceder la independencia de Malta, que logró convertirse en una nación independiente en 1964, manteniéndose dentro de la Mancomunidad Británica de Naciones. De esta forma, Malta quedó al resguardo de las fuerzas británicas pero se constituyó como un país independiente. 

Ya hacia finales de los 70, cuando el archipiélago se convierte en la República de Malta, las tropas británicas se retiraron y la base naval perteneciente la OTAN se cerró, debido a los acuerdos de defensa mutua y financiamiento que le otorgaron a Malta su completa soberanía, integrándose a la Unión Europea en 2004.

A partir de este punto, el rumbo de Malta ha sido el desarrollo, tanto de una sólida política exterior, como de su progreso local en infraestructura, así como el turismo. Hoy en día, Malta es un lugar famoso por sus oportunidades en materia de educación, así como por ser un paraíso para la cultura, el descanso y actividades como el buceo o el excursionismo.

 

 

 

 

 

El verdadero “Halcón Maltés”

 

Esta emblemática ave, símbolo de libertad, poderío, elevación y éxito, tiene un papel protagónico en la concepción de Malta, al grado de ser un ícono de su identidad, el cual ha trascendido su momento histórico para coronarse con impresiones en el arte y la cultura de todo el mundo.

Fue en 1530 cuando el Rey Carlos V de España arrendó la isla a la Orden de Malta con su completa soberanía a cambio un pago anual, el cual consistía en un halcón amaestrado para la caza de cetrería; el halcón maltés.

Este tributo fue entregado año con año –durante dos siglos- por parte de la Orden al rey en el día de Todos los Santos, hasta que ésta fue expulsada de Malta por parte del ejército napoleónico. Sin embargo, el halcón maltés continúa su vuelo y no sólo mediante las artes de pintura, escultura, literatura o cine…

Existe un ejemplar cuyas alas –o en este caso velas-, suman alrededor de 2,400 m2 de superficie, y es capaz de surcar los mares a 25 nudos de velocidad. Lleva por nombre el “Halcón Maltés” (Maltese Falcon) y se trata del velero más grande del planeta, con una eslora de 289 pies (88m) y cuyo origen en realidad es italiano, pues fue construido por el astillero Perini Navi.

Regresando al halcón maltés histórico, en 2005 - 475 años después del primer tributo-, se recuperó esta tradición en una ceremonia conmemorativa que celebró a toda Europa y que recreó el acto entregando a S.M. el rey don Juan Carlos, un halcón entrenado para la cetrería a través del Real Gremio de Halconeros de España.

Casualmente en 2005 también se celebrarían los primeros 75 años de la novela “El Halcón Maltés” escrita por Dashiell Hammett, que inaugurara el género negro tanto para la literatura como para el cine y cuyas páginas inspirarían más de una producción cinematográfica, eclipsadas todas por la que protagonizara Humphrey Bogart. El halcón ficticio de este relato es una escultura cuya presencia en Estados Unidos crea un caos por la avaricia de muchos que desean poseerla, estableciendo quizá un paralelismo muy lejano con el valor de Malta como joya de las conquistas del viejo mundo.

 

 

 

El mito inmortal e insondable

 

Malta es un lugar que reúne una arquitectura basta y enriquecida por múltiples culturas. Sin embargo, la presencia de templos monolíticos y ruinas arqueológicas bajo sus aguas, han establecido un puente entre la isla y la mítica ciudad perdida de la Atlántida, descrita por el filósofo griego Platón.

Incluso, expertos aseguran que Malta no sólo contiene restos de Atlántida, sino que, dadas coincidencias inquietantes entre ubicación, aspecto y tiempos relatados por Platón en sus Diálogos, se trata de más ni menos que la misma. Templos megalíticos como el de Ggatntija en Gozo, del año 3700 a.C., hacen reflexionar a  cualquiera que los contemple o los explore mediante el buceo, si en verdad se trata de vestigios de esa antigua cultura de prodigios que fuera sumergida por los dioses.

 

 

 

Malta: paraíso y patrimonio universal

 

El sol del Mediterráneo alumbra cual ojo de halcón a las islas que conforman la República de Malta. Sus vestigios de antigüedad son más remotos que los de la cultura egipcia, por lo que Malta es el museo viviente más grande e impresionante del mundo y cuenta con sitios declarados Patrimonio de la Humanidad –entre ellos su capital, La Valletta-, así como una población humanista, respetuosa, cordial y espiritual, que además concentra un gran porcentaje de devotos católicos.

Al contemplar la vista desde un barco que arriba a las islas, la arquitectura no permite elegir fácilmente cuál de todos los edificios explorar primero. Iglesias y catedrales de gran belleza barroca son sólo uno de los múltiples valores de la arquitectura maltesa, donde destaca el trabajo de antiguos artistas como Lorenzo Gafa o Gerolamo Cassar, así como el de la Orden de Malta, a la que se deben los impresionantes bastiones erigidos en el paisaje maltés.

Las playas de Malta parecen sacadas de sueños idílicos con variados tonos de azul, donde además de disfrutar un paraíso natural, se respira un ambiente cosmopolita y a la vez relajado que se profundiza por el tono místico que impregna a todo el destino. 

 

 

 

 

 

Pasear por las callejuelas de Malta es encontrarse con formas muy especiales que redefinen el espacio y el tiempo, topándose a cada paso con expresiones culturales y obras de arte, así como edificios sorprendentes como el Grandmasters’ Palace, la “Sacra Infermeria”, el Centro para la Creatividad de St. James, por sólo citar algunas de las maravillas que sorprenden a propios y extraños.

Siempre hay algo que ver en Malta. Diariamente se realizan exposiciones en lugares públicos con talentos emergentes que muestran su obra. La música clásica y docta es una especialidad del archipiélago, y suele cobrar vida con impactantes recitales de órgano que retumban en iglesias, además de una escena musical moderna y en constante evolución. El teatro por su parte ofrece espacios tanto en salas especializadas como en sitios históricos que son testigos de soberbias interpretaciones y puestas en escena, donde el arte dramático, cómico y –en especial- operístico, colma a las almas sedientas de cultura.

 

 

 

 

 

La vida nocturna es especialmente rica en Malta. A diferencia de otros destinos donde no se percibe gran movimiento en las calles nocturnas, aquí se pueden encontrar un sin número de opciones y un pueblo que se desvela con el mejor estilo; desde parejas que cenan a la luz de la luna en preciosos sitios públicos, hasta una juventud sana que goza de los bares, casinos y cines con una gran gama de géneros, abiertos a altas horas de la madrugada.

Malta es sin duda el sitio que los dioses diseñaron para quienes aman el placer náutico. Durante el día, nada como tomar el sol, navegar o recorrer los templos, baluartes y museos, o bien practicar algún idioma en las múltiples escuelas que se especializan en su enseñanza por toda la isla. Y algo que definitivamente no se puede dejar de experimentar es el buceo, pues el fondo marino tiene una gran visibilidad y no sólo hay especies interesantes sino ruinas y rincones sumergidos que inspiran el más alto sentido de exploración, misterio y aventura. 

 

¡Mmm…alta!

 

Existen sitios donde la gastronomía es especialmente favorecida por una mezcla de los mejores sabores que componen su sincretismo, y Malta es sin duda uno de los más privilegiados en este sentido. Su perfecto mix de culturas le otorga un excepcional tono a la cocina mediterránea. Además, cada región tiene un platillo o un toque culinario muy particular.

Por tratarse de un destino isleño, evidentemente el pescado es uno de los platos fuertes de la región, donde destacan algunos como el Lampuki o el Qarnit bl-Aljoli, pero no es lo único que sobresale de la cocina maltesa, pues otras carnes han tomado protagonismo para crear delicias como el estofado de conejo. Algunos de los más deliciosos postres del mundo son una especialidad maltesa, con creaciones tan simples y extraordinarias como el kannoli, un pastelito frito y relleno de un queso cremoso u otros sabores; o bien los imgaret crujientes y rellenos de dátiles, especias y anís, muy apreciados en La Valletta.

 

 

La influencia italiana se nota en el uso del tomate para crear platillos como la timpana; un plato muy recurrente en fiestas navideñas, con salsa boloñesa y hojaldre; o bien recetas como el Hobz-biz-zejt, que consiste en un trozo de pan untado con aceite de oliva y tomates, colmado de atún, cebolla, alcaparras, ajo e ingredientes según la región y temporada. Por cierto, las pizzas que se preparan en rincones secretos que los lugareños conocen, podrían superar a las de la mismísima Italia.

Es admirable que en una extensión territorial tan limitada se cuente con suficientes viñedos como para producir una variedad excelente de vinos locales que son una delicia obligada para cualquier amante vinícola. Los vinos malteses son ligeros, perfectos para quienes prefieren sabores frescos y afrutados. Otra de las especialidades de Malta son los quesos y vale la pena recorrer puertos y mercados sólo para probar éstos y muchos otros productos artesanales, cuyo sabor y variedad son únicos en el mundo. Y por nada del mundo debemos dejar de probar las cervezas locales, donde destaca una llamada Cisk, simplemente perfecta.

 

 

 

 

 

 

Fiestas y festivales

 

Malta es como la nueva Atenas del mundo en el sentido cultural. A pesar de que la vida en lugares como Gozo es tan apacible, el año en Malta está repleto de fiestas y festivales, por lo que la diversión, la convivencia y las artes no cesan un solo día. No terminaríamos de enumerar todos los eventos presentes en las tres islas, pero sí vale la pena tener presentes las más importantes e imperdibles.

L´Imnarja: o también conocido como Festival Folclórico de Verano o el Festival de la Luz. Comienza a finales de junio y conmemora las festividades de San Pedro y San Pablo. La música de diversos conciertos inunda por varios días todo el territorio de Buskett, un gran bosque con tradición e interesantes leyendas locales. 

 

 

 

 

 

 

Festival de las Artes de Malta: todas las artes escénicas en un programa que abarca tres semanas durante los meses de julio y agosto en el Royal Opera House y Freedom Square, en Valletta.

Festival de Jazz de Malta: tres deliciosas noches con artistas internacionales de jazz, que impregnan los imponentes baluartes de la Valletta durante el tercer fin de semana de julio. 

Festival Mediterranea: la paz de Gozo se adereza con este magno evento donde tienen cabida todas las artes que se elevan con muestras, interpretaciones, exposiciones y conciertos durante el otoño, a través de distintas sedes y escenarios. 

Otros eventos que vale la pena tomar en cuenta son: el Bridge Bar Jazz Sessions en las escaleras de Santa Úrsula en Valletta; la marcha de los Caballeros de la Orden de San Juan en el Forte San Elmo; la Notte Bianca en La Valletta; el Festival Barroco de La Valletta; entre otras fiestas que se organizan a bordo de barcos o en lugares específicos durante todo el año. Además, destacan las festividades locales de los santos de cada región, donde pareciera que compiten para generar el mayor orgullo y ambiente festivo con banderas y celebraciones por las calles y sobre los tejados de las casas.

 

Qué ver y hacer en Malta

 

Un clima perfecto aún en invierno, permite gozar de cada isla con toda calma, excepto en los meses de verano que concentran a muchos más turistas de lo habitual y que irrumpen en parte la habitual paz que se respira en el destino. Las tres islas ofrecen muy distintas experiencias, en cada una existen grandes atractivos y actividades con opciones ilimitadas; excursionismo, navegación, buceo, arquitectura, cultura y arte, vida nocturna, etcétera.

Vale la pena conversar con los moradores de las diversas regiones y hacer caso de sus recomendaciones, pues conocen lugares menos afamados pero sensacionales, así como especialidades culinarias y sitios de compras que de otro modo pueden pasar inadvertidos. Por ahora cabe enumerar algunos de los puntos de interés más importantes:

 

 

 

Isla de Gozo:

 

Cuya belleza sin tiempo y sin prisa es ideal para perderse y sanar el cuerpo y alma, además de maravillarse con su naturaleza o comprar souvenirs. Aquí es un deber visitar el Templo de Ggantija, una estructura megalítica más antigua que Stonehenge en Inglaterra, así como la Ventana Azul, un sitio predilecto para explorar en embarcaciones pequeñas. También las Salinas de Qbajjar son un lugar perfecto para pasar una tarde contemplando diversas formas y colores en sus aguas y piedras calizas.

 

Comino:

 

Donde existen apenas unos cuantos pobladores y un par de hoteles, pero perfecto para la navegación, el buceo –donde sobresalen los buques hundidos de la II Guerra Mundial- y la natación, que se practica formidablemente en la Laguna Azul, una gran piscina natural y cristalina. O bien, se puede visitar la torre que fuera locación para la película El Conde de Montecristo.

 

 

Malta:

 

Isla repleta de secretos y playas que roban el aliento por su belleza particular. Los acantilados de Dingli son majestuosos y vale la pena buscar el punto más alto para admirarlos a plenitud o perderse hasta encontrar la isla deshabitada de Fifla, por ejemplo.

Las playas de arena más bonitas –porque en Malta abundan más las de roca- se encuentran en Mellieha; aunque las mejor equipadas para el turismo son Golden Bay, Ghadira Bay y Paradise Bay. Si se prefiere la intimidad en una playa con arena menos concurrida, Ghajn Tuffieha Bay es perfecta. La Valletta, la ciudad amurallada de Mdina y el resto de la isla concentran un sin número de tesoros arquitectónicos y culturales que no se pueden conocer en poco tiempo y son innumerables. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hipogeo de Hal Saflieni es un templo subterráneo prehistórico –el único en el planeta- declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; el palacio del Gran Maestre en La Valletta es importante en términos tanto históricos como culturales, pues actualmente alberga al Parlamento, pero también resguarda murales, obras y exposiciones; la Catedral de San Juan en La Valletta contiene La decapitación de San Juan Bautista de Caravaggio, una obra maestra; y por su parte, el Grand Harbour es uno de los más grandes y profundos puertos naturales del mundo.

Otros puntos que no se deben dejar de conocer son; la Iglesia de Santa María de la Asunción en la ciudad de Mosta; los templos megalíticos Hagar Qim Mnajdra y Tarxien; la Isla de Popeye el Marino -donde se rodó la película de este personaje-; la Catedral de Gafa en Medina; las Catacumbas de Santa Ágata y las de San Pablo en Rabat; y los Buskett Gardens.

En cuanto a museos, la lista de atractivos y sorpresas es infinita. Sin embargo, los más destacados son: Museo Arqueológico Nacional, Museo de Bellas Artes, Museo de la Guerra, Museo Arqueológico de Gozo, Museo de la Marina, Museo de la Aviación, Villa Romana, Museo de Arte Moderno y Museo Armería del Palacio de La Valletta.

 

 

 

 

 

 

 

 

Los amantes del buceo o la navegación encontrarán este destino como el más celestial y perfecto. Hay infinidad de puntos para el buceo, con las ruinas sumergidas y llenas de misticismo, así como embarcaciones de la II Guerra Mundial hundidas, que convierten a Malta en un lugar único para los amantes de esta actividad. El buceo aquí no sólo es interesante y divertido, sino revitalizante e inolvidable, pero también se puede practicar montañismo en los acantilados y explorar rutas en bicicleta o a caballo.

Y a pesar de que Malta no se caracteriza por ser un lugar consumista, las compras no decepcionan entre las muy bien escogidas boutiques de Valletta, los productos artesanales de Gozo y souvenirs de múltiples regiones, donde destacan la Cruz de Malta, el encaje de bolillos, la sal con minerales, las piedras de protección para navegantes, múltiples artesanías, los vinos, entre otros.

 

 

 

 

Escenario de proezas antiguas y modernas

 

Malta no sólo ha presenciado grandes batallas y el desarrollo de múltiples culturas, sino que ha sido escenario de grandes producciones cinematográficas de nuestros días. De hecho, a Malta se le conoce como el “Hollywood del Mediterráneo”.

Troya, Gladiador, Agora, El Conde de Montecristo o la más reciente By The Sea, son algunos de los films que se han rodado en estas islas, además de series como Juego de Tronos (Game of Thrones).

Por lo tanto, se trata de un lugar que se debe recorrer con mucho detenimiento, pues tanto su capital Valletta como los demás poblados, esconden tesoros de todo tipo y no basta una visita para dejar de asombrarse con su gastronomía, arte, arquitectura, belleza natural y calidez humana. Si existe una tierra prometida para los santos, viajeros y poetas, sin duda es Malta.

 

 

 

 

Texto: Lizethe Dagdug ± Foto: © Getty Images / Jeff Wharton / Peter Vanicsek / Balazs Nemeth / Escuelapedia / Kenneth Scerri / © viewingmalta.com / Casper Tybjerg / Nick D’Ancona / Elite Yacht / CANLTACD / RANMBAS / : 3DOP / Ted Attard / Olivia Muscat / Chen Weizhong / Clive Vella / © viewingmalta / Nick D’Ancona / Clive Vella / Clive Vella / Aaron Briffa / Seren Ozcan / wps / Mario Galea / Malcolm Debono / zeleb