Espejo de los Alpes

En la parte inferior de los Alpes están los lagos italianos. Custodiados por dos culturas emblemáticas, la suiza y la italiana, ofrecen lo mejor de ambas. Preguntarse acerca de la grandeza del mundo es encontrarse en los lagos italianos. Las magníficas vistas le transportarán a un cuento de hadas encantado que le deleitará con lo mejor de la cocina europea, magníficos viajes acuáticos en completa calma y relajación. Pero también le ofrece la amabilidad de su gente, rodeado por el más azul de los cielos que enmarcan las montañas en sus reflejos en el lago.

La más antigua de las historias se mezcla con la más reciente de las tendencias. Calles medievales ofrecen las más exclusivas boutiques, restaurantes y galerías para darle la bienvenida a la mejor de las sensaciones.

 

 

Lago di Como, Lago Maggiore, Lago di Garda y Lago di Lugano

Si muchas de las novelas pasionales de finales del siglo XIX elegían como escenarios de sus dramas los lagos de Italia del norte, era por una simple razón: desde entonces son panoramas fastuosos donde los picos accidentados de los Alpes perforan el cielo azul, o las tormentas negras amenazan la calma del agua, donde las montañas se sumergen en los lagos en los que se reflejan, y la nieve pinta las laderas sin atiborrar las palmas y camelias que adornan las orillas. Las elegantes villas se miran en el espejo índigo del lago, mientras los pueblos alzan sus campanarios sobre sus casas que caen en cascadas hacia los pequeños puertos. Esos lagos son un espectáculo donde retumba el alma romanesca y llora el corazón; los pueblos son el fondo de las intrigas amorosas que llenan las venas de las villas resplandecientes. Sus nombres son la dulce música que acompaña su historia antigua y hacen soñar. Así se había inventado ese viaje, leyendo las novelas de Stendhal, como La Cartuja de Parma, o el poema de Lamartine Le Lac, sabiendo que Goethe habitó en el Lago di Garda, viviendo la fábula de “Los Novios” de Alessandro Manzoni; fue así que decidimos descubrir los majestuosos escenarios del Lago di Lugano, Lago di Como, Lago di Garda y terminar en el Lago Maggiore. 

 

 

 

Lago di Lugano

Veníamos de Zúrich, y lo primero que encontramos fue ese soberbio lago escondido entre altas montañas, animado por la ciudad suiza de Lugano, donde se habla italiano y se vive a la italiana. Al fondo de una gran bahía en la parte más ancha del lago, Lugano es la elegante capital del cantón suizo de Ticino, situada en ese llano donde el río Cassarate se vuelve lago, rodeado por montes de más de 900 metros de altura. Los aristocráticos edificios adornan la orilla del lago con sus marinas e impresionantes lanchas. Ahí vistamos la Catedral de San Lorenzo, la iglesia de Santa Maria degli Angioli que data del siglo XVI, y descubrimos el fresco de la Pasión de Cristo de Bernardino Luini, la iglesia de San Rocco, el Palazzo Civico en la Piazza Della Riforma, el Cinema Corso, el Palazzo Riva y la Villa Favorita. La Villa Heleneum es el típico ejemplar de las mansiones a la orilla del lago y es el Museo delle Culture. Lugano es una ciudad refinada de lujo y ocio, donde se vive un perpetuo aire de vacaciones alumbrado por la luz del sur. 

El lago, de origen glaciar, tiene una superficie de 48.7 km2, con 63% de su extensión en Suiza y 37% en Italia y está dividido en dos partes por una presa natural llamada de Melide formada por una morena glaciar. Tiene una anchura de 1 km en promedio y ofrece aguas serenas para los veleros, pues está protegido por las montañas que no dejan entrar los vientos del sur y sólo el aire, apenas, infla las velas. 

 

 

Pasando Lugano, seguimos la costa norte adornada por hermosas villas y cruzando la frontera, entramos a Italia para descubrir los encantadores pueblos de Oria, San Mamete, Cressogno y Porlezza, situados en el golfo oriental del lago, que hacen vibrar esa hermosa ribera, con sus restaurantes y su música. Se sentía el calor del sur; las pastas, pizzas y risotto se anunciaban; el paisaje era hermoso. En Porlezza visitamos los restos de su muralla medieval, la iglesia de San Vittore il Moro con su altar barroco, la iglesia románica de San Michele del siglo XII,  y en Cressogno descubrimos el santuario de Nuestra señora della Caravina con sus frescos del siglo XVII. Subimos las laderas de las montañas para alcanzar el pueblo de Cardano donde se abrió ante nuestros ojos una soberbia vista sobre el Lago di Como, con sus empinadas montañas que encierran el agua azul oscuro. 

La carretera serpenteaba para bajar hacia el lago, entre jardines y villas hermosas, hasta alcanzar Menaggio.

 

Lago di Como

Menaggio, el centro comercial más importante del Alto Lario, fue nuestra puerta de entrada al Lago di Como, el más bello de todos. Visitamos el pueblo donde las terrazas de los cafés y de las heladerías se llenaban de gente que tomaba el sol en ese luminoso otoño, los callejones medievales nos llevaban a un paseo dentro del pasado, y el pequeño puerto protegía las lanchas para cuando hubiera mal tiempo. Visitamos la iglesia de Santo Stefano cuya arquitectura barroca esconde su origen románico, y la iglesia de San Carlos que data del siglo XVII con su fabulosa pintura de Vermiglio. Junto al lago descubrimos las elegantes villas porticadas, el Gran Hotel y la villa Milyus-Vigoni de estilo neoclásico. 

 

 

Siguiendo un poco hacia el norte, descubrimos, olvidado por los turistas, el encantador pueblo de San Siro, cuya iglesia se alza a la orilla del lago, como lo ha hecho desde hace siglos. Duerme San Siro al pie del castillo, con sus empinadas calles que bajan hacia el lago, pasando por debajo de las casas, un exquisito pueblo donde no hay restaurantes y solo los viejitos caminan por las escaleras o por el muelle.  

El lago brillaba bajo el sol otoñal, horizontal, surgido del sur y esa luz deslumbraba como la magia del entorno. Regresamos hacia el sur para pasar por la orilla del lago y descubrir la Villa Carlotta en Tremezzo, con sus elegantes jardines escalonados. Construida por el marqués Gorgio Clerici en 1745, finalmente la princesa Mariana de Prusia se le regaló a su hija Carlota para su boda. Las fuentes cantaban en sus jardines en terrazas lucen camelias, palmas, azaleas, limones, y flores exóticas. Las vistas desde los elegantes salones eran espectaculares, se admiraba una gran parte del lago y de los pueblos que brillaban en la luz de la tarde al pie de las montañas Grigne. El pueblo de Bellagio centellaba con esa luz dorada que lo animaba.

Al lado de la villa, alcanzamos el Grand Hotel Tremezzo, cuyo estilo arquitectónico recuerda la Villa Carlotta, con su monumental escalera y sus hermosos jardines. Fue construido en 1910 y conserva la elegancia de su decorado en sus lujosos salones y sus antiguos muebles, la belleza del final de la Belle Époque artísticamente inventado para recibir la crème de la aristocracia alemana, inglesa, austriaca y francesa. Aquí se alojaron celebridades como Greta Garbo. La vista desde la habitación era majestuosa y abarcaba Punta Balbianello, Bellagio y las montañas Grigne, una de las vistas más bellas del lago. Desde nuestro balcón, tomamos una copa de champán mientras disfrutábamos del panorama y de los últimos rayos del sol que alumbraban ese lado del lago. Fue un momento mágico cuando la luna llena rebasó la cresta de los montes Grigne y su reflejo acarició la superficie del lago para alumbrar un escenario fastuoso. Fueron unos instantes fantásticos, surgidos de otros tiempos, y me imaginé a Charlotte de Prusia navegando sobre las ondas del lago más soberbio de toda Europa. Caminamos a la orilla del lago hasta alcanzar el centro del pueblo para cenar en un restaurante típico unas exquisitas pasta, risotto, o pizza.

 

 

Al día siguiente decidimos recorrer la orilla del lago en coche, dándole la vuelta para visitar los lugares más relevantes; nos dirigimos hacia el sur, pasando el pueblo de Tremezzo donde lucen las Villas La Quiete y la Carlia (que data de 1676), la iglesia de Santa María que alberga la Madonna Negra y el puerto, hasta alcanzar el pueblo de Lenno donde luce la famosa Villa del Balbianello (estrella de las películas Casino Royale y Star Wars Episode II) construida en el siglo XVII ofrece una efigie maravillosa con sus jardines de platanares y sus columnas y su arquitectura romántica. Visitamos la iglesia románica del siglo XI con sus frescos. La isla Comancina se encuentra justo enfrente y en ella visitamos las ruinas de las iglesias que han marcado su historia, la iglesia barroca de San Giacomo donde se encuentra el famoso restaurante La Locanda dell’Isola Comancina. Seguimos nuestro recorrido para descubrir el increíble campanario de Santa María Magdalena en Ossuccio, uno de los emblemas del lago, que se encuentra al pie del Sacro Monte di Ossuccio, sembrado de capillas. Esa iglesia tiene su origen prerrománica, seguramente del siglo II d.C. La cual solía estar anexa a un hospital que albergaba los peregrinos en la época medieval. El oratorio luce su arquitectura románica pero lo que más destaca es su peculiar campanario. Muy cerca se encuentra Giulino di Mezzegra donde Mussolini y su amante fueron arrestados y ejecutados en 1945.

Pasamos a Sala Comacina, hermoso puerto con su iglesia adornada con frescos y la elegante Villa de Cesare Beccaria donde se alojó Manzoni. Seguimos a Argegno, un pueblo pintoresco atravesado por el torrente Telo donde se alzan la iglesia de Santa Anna y el oratorio de San Rocco, el cual guarda unos frescos sublimes. Después de pasar varios pueblos y muchos túneles, alcanzamos Cernobbio donde visitamos la Villa d’Este, una antigua edificación del siglo XVI transformada en hotel de lujo frecuentado por príncipes y actores, donde los salones y habitaciones están decorados con muebles de la época. El pueblo, situado al pie del monte Bisbino, invita a recorrer sus calles empinadas adornadas por elegantes tiendas, cafés y restaurantes, su iglesia y la Piazza con su puerto. Es el lugar que eligió George Clooney para comprar su Villa.

 

 

Finalmente alcanzamos la ciudad de Como, al fondo del golfo, para descubrir el centro histórico rodeado por su antigua muralla. Fue un placer deambular por sus callejones donde se siente una vida muy mediterránea descubriendo sus hermosos palacetes como Villa Olmo y el Duomo. Esa  imponente catedral que data del siglo XIV, se terminó de construir en 1740, la cual exhibe una cúpula barroca de Filippo Juvara, su fachada gótica con soberbias esculturas, su impresionante Porta Della Rana y su nave así como los altares laterales lucen unos tapices únicos del siglo XVI y pinturas de Ferrari y Luini. Al lado del Duomo encontramos el Broletto o Antiguo Ayuntamiento que data del siglo XIII con su estilo románicogótico. Esa hermosa ciudad fue fundada por los romanos en 196 a.C. y su muralla medieval fue construida por Barbarroja. Pasear entre sus callejones es penetrar un libro de historia y arquitectura visitando sus iglesias, especialmente San Fedele del siglo XII y Sant’ Abbondio, una joya de estilo románico lombardo del siglo XI.

 

 

 

Dejando Como seguimos hacia el norte por la ribera del lago disfrutando de una vista soberbia de los pueblos que acabamos de atravesar del otro lado. Alumbrados por el sol otoñal cruzamos los pueblos de Belvio, Torno, con sus iglesias y sobre todo la magnífica Villa Pliniana construida en 1573 por el conde Anguissola, gobernador de Como y donde se alojaron Stendhal, Byron y Rossini. Los encantadores pueblos se sucedían, cada uno más acogedor que el otro, en esa angosta y profunda parte del lago, hasta alcanzar Bellagio, uno de los pueblos más turísticos y concurridos de la región, con sus empinados callejones que llevan al muelle donde se instalan los turistas para comer, disfrutar de la vista con unos helados, gozar del ambiente refinado y recorrer las elegantes tiendas. Aquí comimos en Villa Serbelloni, ese maravilloso lugar transformada en soberbio hotel donde se alojaron Churchill y Kennedy, entre los más famosos. Los numerosos hoteles y restaurantes miran el vaivén de los ferries que llevan a Tremezzo que se encuentra justo del otro lado del muelle.

 

 

 

Seguimos nuestra ruta, pasando la punta y siguiendo el brazo oriental del lago en medio de una vegetación diferente, pasando por Lecco donde destacan los lugares que menciona Manzoni en su novela Los novios. Seguimos por la autopista el lago hacia el norte hasta llegar a Varenna, uno de los pueblos mejor conservados del lago, justo al punto donde se juntan los tres brazos. Sus calles son escalonadas con pasarelas, conservan el aire medieval  y albergan la encantadora iglesia de San Giorgio (siglo XIV) con su magnífico retablo. Destacan también las Villas Cipressi y Monastero. En las laderas de las montañas se alza el Castillo medieval de Vezio, construido sobre una torre romana, con unas vistas espectaculares sobre el lago. Nos detuvimos en Bellano para respirar su ambiente histórico entre angostas calles bordeadas de casas con escudos, y finalmente alcanzamos la Abbazia di Piona, una hermosa abadía Cluniacense escondida en una pequeña península boscosa, rodeada por la majestuosidad de las altas montañas; su jardín encantado ofrece las mejores vistas del lago y su claustro luce unos arcos con capiteles de extrañas figuras y unos frescos del siglo XIII; su iglesia de San Nicolao está adornada con pequeños arcos y pilastras y el campanario deja sonar su campana como una música inventada por los ángeles de las montañas.

Seguimos nuestra ruta hasta Colico el río Adda, uno de los ríos que alimenta el Lago di Como después de pasar por el Lago di Mezzola, y alcanzamos la ribera occidental. Nos detuvimos en Gravedona para visitar Santa María del Tiglio (siglo XII), la iglesia románica más famosa por sus muros de piedra blanca y negra y su campanario octogonal. En su nave destacan un crucifijo de madera del siglo XII, su suelo de mosaicos del siglo VI y varios frescos extraordinarios. El fuerte español, en las afueras, fue construido en 1640 para defender el valle del río Adda. Finalmente, regresamos al Grand Hotel Tremezzo cuando el sol desaparecía detrás de las montañas, pintando de oro las riberas del mágico Lago di Como. La luna surgía, más redonda, y salíamos a caminar por la orilla del lago, respirando el aire fresco de la brisa que se deslizaba sobre las olas, mientras ya nos esperaba una maravillosa cena en el hotel.

Al siguiente día, tomamos una lancha rápida para recorrer el lago, disfrutar  de las hermosas vistas de los pueblos adosados a las montañas, sentir el viento que baja de las laderas para poco a poco envolver la magia del lago dentro del invierno. La nieve cubrirá las montañas pero pocas veces alcanzará las riberas donde seguirán alzándose las palmeras.

 

 

 

Lago di Garda

Pasando por las carreteras que atraviesan las verdes colinas de Lombardía, visitando Bergamo, y el pequeño Lago d’Iseo, alcanzamos el Lago di Garda en Desenzano di Garda, un pueblo turístico y estival con su pequeño puerto rodeado por hermosos edificios y su larga playa. Bajo el dominio veneciano en el siglo XV, se vistió de elegantes edificios como el Ayuntamiento, el edificio de Provveditore Venetto y el Duomo que luce La última cena de Tiepolo. En las ruinas de la villa romana observamos unos hermosos mosaicos que datan del siglo IV. Tomamos una lancha rápida que nos dio un paseo para descubrir la parte angosta del lago que penetra los Alpes, adornada por preciosos pueblos como Gardone Riviera, Limone sul Garda, Riva del Garda donde caen en acantilados las montañas, y Torri del Benaco. La lancha nos dejó en Sirmione, el más fascinante pueblo del Lago di Garda situado en una península y ocupado desde el tiempo de los romanos; fue convertido en fortaleza en el siglo XIII y conquistado por Venecia en 1405. Lo más fascinante del pueblo es la Rocca Scaligera, una fortaleza que protege la entrada al pueblo, rodeada por una ensenada que albergaba los barcos veroneses y luego venecianos, y ahora sirve de marina. Deambulamos por los callejones medievales atascados de gente que descubrían las elegantes tiendas y comían los famosos helados; visitamos la iglesia de Santa María Maggiore (siglo XV) con sus interesantes frescos, y tras pasar la zona residencial y el bosque, alcanzamos las Grotte di Catullo, una enorme residencia construida entre los siglos I a.C. y I d.C. donde observamos como la villa tenía terrazas, arcadas y hermosos mosaicos. Su localización en la punta de la península y su tamaño la hacen excepcional, ofreciendo una vista espectacular sobre el lago y su orilla donde el agua aparece transparente. El pueblo entero es una verdadera joya encerrada entre esa villa romana por un lado y su castillo por el otro, un lugar de gran encanto y lleno de historia. Regresamos a dormir en nuestro Grand Hotel Tremezzo donde nos sentíamos en casa, viviendo el estilo de vida de un aristócrata europeo, imaginando que estábamos cenando en el bello comedor de nuestra villa con vista al lago, alumbrados por la luz de la luna.

 

 

 

Lago Maggiore

Es el más grande de la región con 212 km2 y 372 metros de profundidad, donde los Alpes emergen de sus aguas. Decidimos visitar la parte sur en lancha que abordamos en Angera, al pie de la Rocca di Angera, una imponente fortaleza medieval que hoy alberga el museo de las muñecas. Observamos el pueblo de Arona, importante por su emplazamiento al final del lago y seguimos por Lesa, donde la iglesia se alza sobre el pueblo muy concurrido en el verano, hasta llegar a Belgirate con sus casas porticadas, dominado por el Castillo San Visconti di San Vito (siglo XIII). En Stresa observamos las villas Sant’Ambrogio y Ducale donde falleció el filósofo Rosmini. En la Isole Bella descubrimos el palacio barroco construido por la familia Borromeo en el siglo XVII con sus jardines escalonados, en los que Mussolini se reunió con oficiales franceses y británicos en 1935, y se alojó Napoleón en 1797. Pasamos la entrada del golfo de Borromeo para llegar a Verbania, creada por dos pueblos: Pallanza que conserva su aspecto medieval, e Intra con su aire barroco y neoclásico. Aquí visitamos la iglesia de Santo Stefano, la iglesia de San Leonardo y el Palazzo Dugnani que alberga el Museo del Paesaggio donde admiramos las hermosas pinturas de paisajes. Descubrimos también la capilla de la Madonna di Campagna que data del siglo XVI con su campanil románico y sus frescos. Nos paseamos por los jardines botánicos de la Villa Taranto, de los más famosos de Italia, creado por un inglés de apellido McEacharn, en 1913. Se trata de jardines en terrazas con plantas de todo el mundo. Cruzamos el lago para alcanzar el monasterio de Santa Caterina del Sasso Ballaro anidado en un saliente rocoso, construido en el siglo XII por un comerciante local para cumplir una promesa que hizo al salvarse de una tormenta. Seguimos la ribera, observando las casas que la adornan y alcanzamos Laveno, un encantador pueblo con su puerto, el único puerto natural del Lago Maggiore donde nos dejó la lancha. Puerto importante donde los austríacos amarraban sus cañoneros para controlar el lago; es un pueblo fascinante por su ambiente comercial, con sus callejones y los jardines de la Villa Frua.

 

 

Seguimos por carretera para alcanzar Luino que se aloja en una cala desde los tiempos de los romanos, ocupado por los austríacos, conquistado por Garibaldi en 1848. Conserva su mercado y unas encantadoras iglesias como San Pietro in Campagna con sus frescos y su campanario románico, el oratorio de la Chiesa del Carmine que data de 1477 y el famoso oratorio de San Giuseppe del siglo XVII.

En Maccagno tomamos el ferry para descubrir Cannobio en la otra orilla del lago. Conserva un ambiente antiguo gracias a su Palazzo Della Ragione con su torre del siglo XII. En el cercano Val Cannobina nos fascinó el Orido di Sant’Anna, una pequeña iglesia que reina dentro de una garganta profunda. Visitamos también los dos castillos de Malpaga que datan del siglo XIII y XIV, en los islotes al pie del monte Carza, y que pertenecían a los piratas que saqueaban el lago. Regresando a Maccagno, seguimos nuestro camino hacia el norte hasta alcanzar Sant’Abbondio, con sus casas neoclásicas. En el lago se llevaba a cabo una gran regata que pintaba el agua con los colores vivos de las velas. Pasamos la frontera para entrar a Suiza, en la orilla opuesta se podía ver la gran ciudad de Locarno que se extendía al pie de los montes, en un valle abierto hacia el lago. Seguimos nuestro camino de regreso hacia Zúrich, pasando por muchos lagos y encantadores pueblos suizos, el famoso túnel de San Gotardo de 17 km de largo, y descubrimos los maravillosos paisajes de los Alpes.

 

 

Habíamos terminado nuestro recorrido por los lagos italianos, inmersos en el romanticismo de la literatura del siglo XIX, guiados por Stendhal o Manzoni, escuchando las voces de Goethe o de María Calas, paseando al ritmo de los meandros de los lagos alados por las notas de los campanarios. Nuestro favorito, sin duda, fue el Lago di Como, siendo el más íntimo, misterioso y fascinante. Sus pueblos conservaban el aire medieval de los cuentos, sus iglesias tocaban las campanas para despertar las pequeñas olas del lago y retumbaban por las laderas de las altas montañas. Cada uno de los lagos tiene su encanto, aloja anécdotas de la historia, inventa una novela de amor trágico, y refleja sus castillos y callejones como un espejo del pasado. La aristocracia europea sigue visitando los lagos, aunque ha cambiado su forma de ser y de viajar, pero se conserva el ambiente de antaño con un ritmo más acelerado. Los lagos italianos comparten sus orillas con Suiza y explotan con el ambiente meridional que se aleja de la rigidez nórdica y brilla en el sol del sur. Son las perlas de los Alpes, el oro que resplandece entre las montañas y se escurre hasta los llanos que llevan a Milán, la cual es una historia de amor aparte, tan cerca de los lagos y tan diferente, tan movida como los lagos son apacibles. Lago di Como, Lago di Lugano, Lago Maggiore, Lago di Garda, Lago Iseo, nombres que cantan el sabor del romanticismo y brillan entre los montes que se vierten en sus aguas, tesoros de la Italia del norte llena de leyendas, maravillas que nos conquistan con solo mirarlos.

 

 

 

Texto: Patrick Monney ± Foto: Patrick Monney