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Perú es un país que nos sorprende y hechiza por su riqueza cultural, su historia, y sus paisajes que van del desierto a la selva pasando por las cimas nevadas de los Andes. Habíamos planeado ese viaje con la meta de redescubrir el mundo de los Incas de una manera original, instalados en los mejores hoteles de ese circuito tradicional, viajando en tren, en avión y en coche. Todo estaba listo para perderse dentro de las joyas del pasado, instalado en una burbuja elegante del presente. Estábamos probando una nueva manera de vibrar y emocionarse en la ruta tradicional en Perú, remando sobre las olas de un viaje excepcional. 

 

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Lima 

Cuando el avión aterrizó en Lima, sentimos ese aire costero de mar frío y grandes olas; las islas emergían de entre la bruma y los acantilados vigilaban las playas. 

Descubrir Lima es una sucesión de gratas sorpresas que nos lleva a caminar por el barrio de Miraflores y sus elegantes tiendas, parques, centros comerciales, restaurantes y galerías de arte o tiendas de artesanías. Por su parte, los barrios cercanos como San Isidro y Barranco son muy agradables para conocer el ambiente de la capital, mientras el puerto del Callao intriga por su ambiente pesquero donde podemos encontrar los mejores lugares para comer mariscos y pescados. 

El centro histórico fascina por su atractiva arquitectura de antiguos balcones de madera con celosías, desde los más sencillos hasta los más barrocos. En la Plaza Mayor, los hermosos edificios lucen balcones como los del fastuoso Palacio Arzobispal junto a la catedral, frente al Palacio de Gobierno. 

Visitamos el convento de Santo Domingo, que lucía magníficos patios adornados por arcos y azulejos finos traídos principalmente de España, donde encontramos la tumba de Santa Rosa de Lima y donde descansan los restos de San Martín de Porres. En el convento de San Francisco, descubrimos unas impresionantes catacumbas con los restos de frailes y civiles, con un techo de madera labrada de estilo mudéjar que corona la escalera y maravillosas pinturas coloniales. La elegante Plaza San Martín nos encantó con su jardín central y sus hermosos edificios blancos así como la barroca iglesia de la Merced. 

Visitamos el museo Larco con su colección de arte Moche, la Huaca Pucllana (pirámide de adobe) y el museo del Oro. En el restaurante Mesa 18 degustamos los canelones de cangrejo y el ceviche con leche de tigre de maracuyá, felices de disfrutar Lima, una ciudad donde se come de manera exquisita.

 

 

Cusco 

El avión sobrevoló los picos nevados y profundos valles de los Andes, ofreciendo un panorama sublime antes de aterrizar en el valle de Cusco. Al llegar, uno debe adaptarse a los 3,399 metros sobre el nivel del mar en los que se encuentra la ciudad. Pasamos el primer día caminando sin prisa por las calles donde se mezclan los restos de los muros incas con las casas coloniales, por los mercadillos de artesanías, la Plaza de Armas con sus portales y disfrutando de gente encantadora. 

Cuando salió el sol del siguiente día sobre esa antigua capital del imperio Inca, paseamos por los callejones para descubrir unos lugares de encanto como la calle Hatun Rumiyuq donde las casas coloniales, como el Palacio Arzobispal, están construidas con muros de piedra que datan de la época inca, hechas de enormes piedras labradas a mano que embonan perfectamente sin cemento. 

Subimos al barrio de San Blas, donde se concentran los artesanos en callejones empinados, rodeados por casonas coloniales, y cuya parroquia es la más antigua de Cusco. El convento de la Merced destaca por sus claustros de estilo barroco renacentista y la catedral presenta en su interior impresionantes altares, piezas de orfebrería colonial y fascinantes pinturas muy representativas de la Escuela Cusqueña. Una de las pinturas, en vez de representar el cordero como platillo central, en la charola se encuentra un cuyo asado, plato nacional peruano. 

El templo de Koricancha era el santuario dedicado al dios Sol y sus muros de piedra habían sido cubiertos de oro por los incas. Sobre esa estructura se construyó el convento de Santo Domingo, agregando la torre barroca, que encierra en la piedra las dos religiones infiltradas por una multitud de símbolos; en una de las salas observamos las obras del arte cusqueño. La iglesia de la Compañía, edificada en 1576 sobre la base del Amarucancha muestra el estilo barroco colonial en su esplendor, luce una fachada de piedra tallada y su altar mayor de madera revestida de pan de oro. Esta iglesia, junto con la catedral, hacen de la Plaza de Armas una de las más bellas en el continente americano.  

Terminando el día subimos a la antigua fortaleza ceremonial inca de Sacsayhuamán, de impresionantes muros megalíticos, en un escenario soberbio a 3,700 metros de altura, en medio de llamas y halcones, la cual ofrece una vista magnífica sobre Cusco. Impresiona por el tamaño de las piedras que componen sus muros y como fueron transportadas y talladas para que embonen perfectamente sin espacio para que crecieran hierbas entre ellas, erizadas por ángulos que encajan en huecos idénticos. El sitio tenía torreones, templos, explanadas y estaba alineado con los otros templos de Cusco. 

En la noche clara y estrellada, deambulamos por los callejones de la ciudad, observando una impresionante procesión de Semana Santa que seguía al Cristo de los Temblores, llevado a hombros por las cofradías. Cusco es un verdadero tesoro anidado en medio de los Andes y en sus iglesias late todavía el corazón Inca, en sus piedras se dibujan las siluetas de los conquistadores y del emperador Atahualpa. 

 

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Valle Sagrado

Salimos temprano de Cusco para pasar las montañas, y visitamos el centro místico inca  de Kenko y su anfiteatro semicircular con túneles; su laberinto y la piedra muda que seguramente fue un altar donde los adoradores de Inti, dios Sol, y de Pacha Mama, diosa Tierra, se prosternaban. Seguimos por el control militar Puca Pucará que vigilaba los caminos que llegan a Cusco y luego el adoratorio del agua Tambomachay, donde siguen cantado las fuentes después de más de 500 años, un sitio diseñado con canales, acueductos y cascadas. Nos detuvimos en Awana Kancha, el museo viviente de los Andes donde interactuamos con llamas y alpacas, observamos las vicuñas y cóndores. Admiramos también a los artesanos de los Andes fabricando sus finos y coloridos tejidos.

Alcanzamos el valle sagrado en Pisac donde visitamos la antigua fortaleza inca, sus vertiginosas terrazas y graneros adosados a la cordillera de Vilcabamba, sus ruinas de casas y portones, sus tumbas y corales para cuyos. Es un lugar impresionante por su ubicación y el trabajo que necesitó para ser edificado. En el valle encontramos el pueblo colonial de Pisac con su mercado de artesanía. 

Al seguir por el río Urubamba, descubrimos los pueblos de Lamay, Calca y Urubamba, observando la típica vida rural del valle, hasta llegar a Ullantaytambo donde caminamos por los callejones construidos por los Incas y donde corren los canales de agua al lado de los antiguos muros. Visitamos las casas ancestrales con su patio y sus corrales para cuyos, y después subimos a la zona arqueológica adosada a la montaña, recorriendo sus terrazas, sus restos de templos y gozando de una vista impresionante sobre el valle. 

 

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Hiram Bingham y Machu Picchu 

En la mañana abordamos el fastuoso tren Hiram Bingham Orient-Express que nos esperaba a la puerta del hotel, invitándonos a una copa de champaña o pisco sour  en el bar. Nos instalamos en el lujo total, teníamos nuestra mesa reservada, visitamos el vagón abierto en la cola del tren, gozando de un servicio maravilloso. El tren arrancó tranquilamente y seguía el río, en medio de las vertiginosas montañas, ofreciendo un panorama excepcional, nos invitaba a sentirse como en otros tiempos, cuando los viajes en tren eran un lujo y el Orient-Express unía a Londres con Venecia. Almorzamos mientras admirábamos el estupendo desfile del paisaje, los montes adornados con algunas ruinas, los pueblos y campos, el río que rugía más fuerte.

Bajamos a Aguas Calientes, un pueblo escondido entre empinadas montañas que vive del turismo, donde el autobús nos llevó al pequeño museo y el jardín de orquídeas antes de subirnos al Santuary Lodge Orient-Express, hotel oculto en la selva a la entrada de Machu Pichu. Gozábamos de una vista privilegiada sobre el sitio arqueológico y el majestuoso escenario de montañas escarpadas perforadas por el violento río, y en sus jardines encantados encontramos una gran variedad de orquídeas y colibríes. 

Disfrutamos de la tarde calmada, admirando el paisaje o paseando por el camino entre la selva. El día siguiente amaneció con neblina y llovizna, pero nos lanzamos temprano a la ascensión del Huayna Picchu, el pico que se eleva frente a Machu Picchu, cubierto de selva adornada de orquídeas. Pasamos por el templo de la luna y alcanzamos la cima a 2,667 metros de altura tras dos horas de rudo camino, muy escarpado y a veces peligroso. La neblina empezó a ceder y en un momento apareció Machu Picchu, con sus terrazas y templos, creando un juego de luz y sombras que se deslizaba sobre los muros de la gran ciudad antigua de los Incas. Era un momento mágico, rodeado por uno de los escenarios más bellos del mundo, cargado de energía que emana de los montes sagrados y las ruinas místicas que me habían hecho soñar tantas veces.

 Bajamos para visitar el sitio con sus templos, habitaciones, explanadas y las piedras de gran tamaño que lo caracterizan, descubrimos el puente del Inca, Intipuncu (Puerta del Sol), admirando ese mundo que surgió del pasado con sus misterios e historia. Las ruinas son fascinantes pero lo más extraordinario es el lugar donde se encuentran, en una ladera de montañas vertiginosas que desafían la gravedad y las nubes que llegan de la Amazonía. 

Después de comer y disfrutar de nuevo un paseo en el sitio arqueológico, en la tarde, nos bajaron a la estación para abordar el Hiram Bingham a las 5:30 donde nos sirvieron una elegante cena con champaña y vino, mientras los vagones viajaban en la oscuridad bajo un techo estrellado.

 

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Andean Explorer y el lago Titicaca

Al siguiente día tomamos el tren Adean Explorer Orient Express para disfrutar a lo largo del viaje del escenario del altiplano, deteniéndose en el paso La Raya a 4,313 m, donde las cimas tocan las nubes. El largo viaje duró todo el día, pero valió la pena por la belleza del paisaje y para descubrir la puna con sus pastos bajos, sus lagunas y sus pueblos. En la noche alcanzamos Puno, a la orilla del lago Titicaca, a 3,812 m de altura, donde nos alojamos en el hotel Libertador, situado sobre una isla con una soberbia vista del legendario lago. 

Cuando amaneció, el tranquilo lago se pintó de rojos y morados irreales que se deslizaban sobre la superficie. Pasamos todo el día navegando sobre el lago para visitar a los Uros, que viven sobre unas islas flotantes hechas con los tallos de totora, con sus casas y lanchas del mismo material, un intrigante pueblo que vive de la pesca, la artesanía y el turismo. Han creado una villa flotante cuyas casas se reflejan en el agua azul oscuro del lago, pintándose con colores brillosos de sus tejidos y vestidos. La fabricación de esas islas es fascinante, se crea mediante varias capas de totora unidas con unas estacas clavadas en el fondo del lago. 

Alcanzamos la isla de Taquile, sembrada de escasos árboles y cultivos, y subimos al pueblo para asistir a una procesión de mujeres vestidas de negro y rojo, hombres con sus sombreros de tejidos finos y escuchamos los cantos en quechua en la iglesia. La gente celebraba una procesión para Semana Santa y el escenario bañado por música era un sueño creado por los dioses del lago. Comimos el pescado del lago frente a una vista espectacular, bajo un sol implacable, que apenas espantaba la brisa helada, y era fascinante observar las caras de la gente con sus mejillas rojizas y sus ojos llenos de brillo donde se refleja el azul intenso del agua y del aire. 

 

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Cañón del Colca y Arequipa 

Volamos por las cimas de los Andes con sus volcanes, cimas nevadas y altiplanos, aterrizando en Arequipa, a 2,328 metros de altura, donde nos esperaba un panorama majestuoso de la ciudad al pie de los tres volcanes: el Misti (5,822 metros), el Chachani (6,075 metros) y el Pichu Pichu (5,660 metros), alumbrados por la luz roja de la tarde. 

Dedicamos los días siguientes a caminar por el cañón para descubrir el pueblo de Yanque con su blanca iglesia de fachada barroca y donde la gente viste de manera tradicional, pasamos por el puente donde el río Colca se hunde en una estrecha garganta, y después subimos por un sendero escarpado para visitar las ruinas de Uvu Uvu. En bicicleta conocimos los pueblos de Chivay con su fascinante mercado, Achoma y Maca, donde nos encontramos una intrigante iglesia barroca. Excursionamos a caballo por las laderas de las montañas nevadas, inmersos en un entorno majestuoso. 

Por la carretera llegamos temprano a la Cruz del Cóndor para admirar los cóndores que tomaban su vuelo ascendente, que surgían del cañón y alcanzando las cimas nevadas, pasando tan cerca de nuestros ojos que los podíamos casi tocar. Fue un baile impresionante, un mágico encuentro con esa inmensa que llegaba a nuestro encuentro con una maravillosa elegancia.

Al regreso nos detuvimos en el Mirador para admirar el origen andino del Amazonas, subiendo por esa “Ventana del Colca”, donde pudimos admirar la yareta, una planta compacta que crece al ras del suelo y vive más de 3000 años. Atravesamos un paso a casi 5,000 metros, observando intrigantes formaciones de piedra volcánica moldeadas durante cientos de años, para darles una forma de bosque fantasma donde nos sorprendió una tormenta de granizo que tapizó el paisaje de albo, pintando ese extraño panorama de blanco y negro. 

Alcanzamos entonces el altiplano de la Pampa Cañahuas a una altitud de 4,000 a 4,350 metros sobre el nivel del mar. Aquí se encuentra la Reserva Nacional Salinas y Aguada Blanca, donde nos encontramos con hermosas vicuñas al pie de las cimas de los volcanes, rodeadas por una flora fascinante adaptada a la intensa radiación solar de los días y bajas temperaturas nocturnas. Bajamos por las laderas del Monte Chachani hasta llegar a Arequipa.

Posteriormente, visitamos el convento de Santa Catalina, compuesto de callejones y celdas que parecían pequeñas casas y obras de arte religioso. Paseamos por la Plaza de Armas, descubrimos la suntuosa e inmensa catedral, la espléndida iglesia barroca de la Compañía con su impresionante fachada y altar, así como sus elegantes claustros, el Palacio Goyeneche, la casa del Moral y el convento de la Recoleta.

 

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Paracas y Nazca

Finalmente regresamos a Lima para abordar nuestra lancha y viajar por la hermosa costa desértica bordeada de playas largas y bahías encantadoras, habitadas por pescadores, o zonas de hermosas casas de fin de semana para la clase alta de Lima. En la tarde nos dirigimos al desierto, donde subimos y bajamos en buggy por las dunas, en vueltas vertiginosas llenas de adrenalina. Nos detuvimos para caminar en la cresta de una gran duna y admirar al sol, poniéndose en el horizonte arenoso y luego nos deslizamos en sandboard sobre una gran duna, descubriendo una nueva experiencia en este muy emocionante deporte. Finalmente alcanzamos un campamento con una inmensa carpa, un asador y los tragos de pisco sour para cenar. 

En la mañana tomamos la lancha para seguir la península que cierra la bahía y admirar el Candelabro, ese gigantesco jeroglífico dibujado con canales y piedras sobre una colina arenosa, que data seguramente del tiempo de los conquistadores pero su origen sigue siendo un misterio. Seguimos nuestra navegación hasta las islas Ballesta donde observamos una impresionante cantidad de aves, piqueros, cormorán guanay, pelícanos, larostemas incas, pingüinos de Humboldt (en peligro de extinción) y lobos marinos. Las islas están blancas por el guano, los pájaros vuelan como un verdadero remolino mientras las focas y pingüinos nadan en busca de comida que abunda en esas islas. Fue una maravillosa experiencia de ver esa gran reunión de vida silvestre, verdadero santuario solamente turbado por los colectores de guano.  

Atravesando unos majestuosos paisajes del desierto, con valles verdes a donde bajan los ríos de los Andes, dunas de arena y montañas áridas, alcanzamos Nazca, en la pampa de Jumana, donde abordamos la avioneta para observar las famosas líneas que representan a un colibrí, un mono, una araña, triángulos, manos, una ballena, un cóndor o una figura humana. Existen más de 800 figuras de animales que fueron trazadas de manera impecable y no se han borrado con el tiempo gracias al clima seco de la región donde casi no llueve. Conformadas por surcos en el suelo, su origen y significado queda todavía incógnito. Es una ventana a los misterios de la historia.

Terminamos nuestro recorrido de nuevo alojado en el Miraflores Park Orient-Express en Lima y degustamos una comida de despedida con mariscos y pescados en La Rosa Náutica, un restaurante construido sobre un muelle en la costa de Miraflores, habitado por gaviotas, piqueros, pelícanos y larostemas incas.

Perú es un país que seduce por su historia, su rico pasado, sus paisajes fastuosos y vertiginosos, su excelente comida y la calidez de su gente. Es un viaje que nos invita a disfrutar el lujo que nos lleva hasta la gran aventura. Un viaje lleno de originalidad a la medida de los grandes aventureros del pasado dentro de las comodidades del siglo XXI, la mejor manera de descubrir la magia de esta región de la Tierra.

 

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Texto:  Patrick Monney ± Foto: Promperú, Patrick Monney