Una historia imperial trazada por la más exquisita artesanía

La historia de Fabergé está íntimamente ligada a la vida, amor y tragedia del último zar Romanov Nicolás II y su esposa, la zarina Alexandra, así como a la Revolución rusa que cambió el curso de la historia mundial. De origen hugonote (calvinista), con una imaginación febril, el talento proteico e instintos empresariales, Peter Carl Fabergé se convirtió en el joyero y orfebre de la gran corte imperial rusa, creando joyas y objetos exquisitos, incluyendo la legendaria serie de fastuosos e ingeniosos huevos imperiales de Pascua.

Su reputación en todo el mundo atrajo a la realeza, nobleza, magnates, industriales e intelectualidad artística de París, Moscú, San Petersburgo y Londres. En 1917 la Revolución Rusa trajo un final violento, no sólo a la dinastía Romanov, sino también a la Casa de Fabergé. Los bolcheviques tomaron los talleres de Fabergé y toda la producción se cerró y Peter Carl Fabergé y su familia huyeron de Rusia.

 

 

En un acuerdo legal de 1951 la familia Fabergé perdió el derecho a realizar trabajos y diseños bajo el nombre de Fabergé. La historia cerró el círculo en octubre de 2007, cuando Fabergé, bajo nueva gerencia y dirección, anunció la reunificación de la marca con la familia y Fabergé fue relanzado el 9 de septiembre de 2009 con tres colecciones de alta joyería: Les Fleurs, Les Fables y Les fauves de Fabergé.

Hoy, con Katharina Flohr como directora general y su equipo creativo, Fabergé está forjando una identidad, fresca y al mismo tiempo fuerte. Rindiendo homenaje al genio de Peter Carl Fabergé como artista-joyero visionario, y con la experiencia y orientación de Tatiana y Sarah Fabergé, las bisnietas de Peter Carl.

 

 

 

 

 

El comienzo de una leyenda

La serie de fastuosos huevos de Pascua creados por Fabergé para la familia imperial rusa, entre 1885 y 1916, es considerada el más grande y duradero logro del artista-orfebre. Los huevos de Pascua Imperial son sin duda la más famosa e impresionante obra de arte de Fabergé.

La historia comenzó en 1885, cuando el zar Alejandro III decidió dar un huevo de Pascua enjoyado a su esposa, la emperatriz María Feodorovna, posiblemente para celebrar el 20 aniversario de su matrimonio.

Se cree que el zar se inspiró en un huevo del siglo 18 propiedad de la tía de la emperatriz, la princesa Wilhelmine Marie de Dinamarca. Se decía que el zar Alejandro III aparentemente estuvo involucrado en el diseño y ejecución de la pieza de orfebrería, haciendo sugerencias para Fabergé a medida que el proyecto avanzaba.

Pascua fue la ocasión más importante del año en la Iglesia Ortodoxa Rusa, lo que equivale a la Navidad en Occidente. Una centenaria tradición de llevar los huevos coloreados a mano a la iglesia para ser bendecidos. Así fue que el zar Alejandro III tuvo la idea de encargar a Fabergé un precioso huevo de Pascua para sorpresa de la emperatriz, y así nació el primer huevo imperial de Pascua.

Conocido como el huevo de gallina, se hizo a mano en base de oro, su esmaltado cascaron blanco se opacaba para revelar su primera sorpresa, un color amarillo de oro mate. Este regalo fue el punto de partida de una tradición imperial que se prolongó durante 32 años hasta 1917.

Cada huevo tomaba un año o más para su elaboración, con la participación de un equipo de artesanos altamente calificados, quienes trabajaban en el mayor secreto. A Fabergé se le dio completa libertad en el diseño y ejecución, con el único requisito de mostrar una sorpresa en cada creación.

Alexander III presentó un huevo cada año a su esposa. La tradición fue continuada por su hijo, el zar Nicolás II, quien también entregaba un huevo al año tanto a su esposa, la emperatriz Alexandra Feodorovna, como a su madre, ya entonces viuda María Feodorovna. El huevo más valioso fue el del año de 1913, que se facturó en 24.600 rublos (luego en 2,460 libras esterlinas). Pero en la actualidad tendría un costo de 1´870.000 libras esterlinas.

El Huevo de Invierno, diseñado por Alma Pihl, es famoso por su decoración de copos de nieve de diamantes, está hecho de cristal de roca tallado, grabado y adornado con platino y diamantes, para asemejar las heladas. El huevo descansa sobre una base de cristal de roca diseñado como un bloque de hielo que se derrite. Su sorpresa es una magnifica cesta y el platino de anémonas de madera exuberantes. Las flores están hechas de cuarzo blanco, nefrita, oro y granates demantoide y emergen de musgo de oro verde. Su altura total es de 14,2 cm. Cuenta con 3,246 diamantes. El huevo se vendió en una subasta de Christie, en Nueva York en 2002, por 9´600,000 dólares.

 

 

Texto: Faberge international ± Foto: COVINGTON / BP / KRAMSKOJ / FABERGE / BP / PASLUC / BOVLR