La monumental Turbine Hall del Tate Modern, en Londres, se ha transformado en un santuario que respira con el ritmo de la tundra.
Bajo el título “Máret Ánne Sara: Goavve-Geabbil”, la artista sami (grupo étnico de Laponia) Máret Ánne Sara presenta una instalación escultórica que combina materia, memoria y espiritualidad.
La obra, encargada por la Hyundai Commission 2025, es una experiencia sensorial que entrelaza arte contemporáneo, activismo ecológico y la cosmovisión indígena del norte de Europa.
Para su primera obra de gran escala en el Reino Unido, Sara –originaria de Kautokeino, Noruega– parte de su experiencia como integrante de una familia de pastores de renos para rendir homenaje a la relación entre el pueblo sami, los animales y la tierra. Con pieles, huesos, madera, cables eléctricos, sonidos y aromas, la artista construye un relato inmersivo sobre la interdependencia de todas las formas de vida y la fragilidad de los equilibrios naturales ante el cambio climático.
La pieza central, Goavve, se eleva a lo largo de los 28 metros de la icónica Turbine Hall. Se trata de una escultura suspendida hecha de pieles de reno unidas con cables eléctricos: una metáfora de la tensión entre lo ancestral y lo industrial.
El término goavve alude a un fenómeno devastador en las regiones árticas: cuando las lluvias invernales se congelan y forman capas de hielo que impiden a los renos alcanzar su alimento. Es una tragedia silenciosa que pone en peligro tanto a los animales como al sustento cultural y espiritual de los sami.
Los cables eléctricos, tensos y brillantes, simbolizan la extracción incesante de recursos en Sápmi –la vasta región que abarca el norte de Noruega, Suecia, Finlandia y parte de Rusia–, donde la minería, la energía y el desarrollo industrial avanzan sobre los territorios tradicionales. Frente a esa fuerza destructiva, las pieles evocan resistencia, conocimiento y continuidad: son la piel de la memoria, el cuerpo del pasado que aún respira en el presente.
En el extremo este del recinto, la instalación Geabbil –inspirada en la anatomía de la nariz del reno, capaz de calentar el aire gélido en un instante– invita al público a recorrer un laberinto de madera y aromas. Las paredes, talladas con las marcas que cada familia sami graba para identificar sus rebaños, se mezclan con huesos y pieles reutilizadas según el principio del duodji, la artesanía tradicional que honra la vida al no desperdiciar ninguna parte del animal.
El sentido del olfato juega aquí un papel esencial: los visitantes perciben un viaje que va del olor a miedo –emanado de los renos en momentos de amenaza– al aroma de esperanza de las plantas que brotan sobre el hielo derretido. Este diálogo invisible se complementa con un paisaje sonoro compuesto por grabaciones del territorio ártico, cantos joik y relatos orales de los ancianos de la comunidad de la artista.
La exposición conmemora los diez años de la Hyundai Commission, fruto de una colaboración ejemplar entre la Tate Modern y Hyundai Motor Company, extendida hasta 2036.
Más que una instalación, Goavve-Geabbil es un rito de escucha y reconocimiento. Frente al ruido del progreso, Sara propone una pausa para oír la respiración del planeta, un recordatorio de que toda forma de vida –humana, animal o vegetal– depende del delicado equilibrio que compartimos. En tiempos de crisis climática, su obra no solo ilumina el arte contemporáneo: lo reencanta con sabiduría ancestral.