La madre naturaleza una vez más nos demostró su poderío, y ahora lo hizo en forma de un devastador huracán que azotó la zona de la costa del sur del Estado de Quintana Roo. El enorme ciclón arremetió contra las poblaciones de Chetumal, Carrillo Puerto, Mahahual y Chinchorro con vientos de hasta 300 km por hora. Realmente fue muy peligroso. Por fortuna, y gracias a la acción de prevención de las diferentes autoridades, no hubo pérdidas humanas, sólo materiales y sobre todo en Mahahual, pequeño poblado turístico. Sí, en definitiva, el huracán Dean fue devastador como lo anunciaron en los medios de comunicación con días de anticipación.

Yo vivo permanentemente en Cancún, al norte de donde el huracán Dean se dejó sentir con más fuerza, aquí los vientos no fueron muy fuertes, pero sí las marejadas. A pesar de que se tomaron las precauciones debidas, algunos muelles se rompieron y algo de la arena blanca de nuestras playas se perdió en el mar, el cual por la misma acción de la arena se quedó varios días de un color que no era el habitual azul turquesa que todos conocemos.

 

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Por tal motivo tuve que esperar algún tiempo para poder sumergirme de nuevo en mi querido mar Caribe. Qué placer tan grande experimenté cuando un día muy temprano llegué a la marina, donde tengo el centro de buceo, y pude observar desde lo que quedaba de muelle que el agua ya estaba clara y la marejada bastante tranquila, tanto, que pude ver a los peces que ya son tan familiares para mí.

Lo primero que busqué con ansias fue a una joven y moteada raya águila que se da cita en el mismo lugar desde hace aproximadamente cinco meses. El reloj marcaba las 7:15 de la mañana, el sol estaba apenas naciendo y mostraba su color naranja intenso, cuando de pronto y a lo lejos pude distinguir la estilizada figura de mi nueva amiga volando en las aguas poco profundas del mar, muy cerca de la playa. Después de gozarla un buen rato no me quedó más que preguntarme cómo habrían quedado los arrecifes y los barcos que están en la zona.

Apenas llegó uno de los capitanes que conocen muy bien los lugares de buceo decidí ir a explorar el área, y para eso necesitaba de la experiencia de mis amigos y compañeros de aventuras, Pablo Simón, Hilario Itriago y Armando Gasse. En cuanto les llamé por teléfono y les dije que el agua estaba clara y quería hacerme a la mar no dudaron ni un momento en deshacer sus compromisos terrenales y llegar puntuales y felices a la cita.

 

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Ya todos juntos, y como niños chiquitos abriendo sus regalos en navidad, preparamos nuestros arreos de buceo y nos hicimos a la mar. El primer lugar que visitamos fue el barco hundido conocido como C 58 Anaya. Nos costó trabajo encontrarlo pues los fuertes vientos huracanados lo habían movido de su lugar original. Ya localizado descendimos a él con gran emoción, poco a poco la gran figura fantasmagórica del imponente navio de combate fue apareciendo frente a nuestros ojos. Cuando llegamos al fondo pudimos ver que hasta esa profundidad de 100 pies, en que se encuentra el pecio, las fuertes marejadas habían llegado, pues algunas de sus partes se encontraban esparcidas lejos de sus lugares habituales. Seguimos con nuestra primera exploración submarina después del paso del huracán Dean, en el resto de lo que fuera un gran barco de guerra.

Nuestra sorpresa fue enorme al descubrir en medio de esos fierros retorcidos a los enormes cardúmenes de peces de vistosos colores y alegres movimientos. Aquí se encontraban las grandes barracudas, los alegres jureles, los sabrosos boquinetes, la imponente morena verde y muchos más de los viejos habitantes del lugar que ya eran tan familiares para nosotros. Definitivamente era nuestro día de suerte, pues una vez más, y en pocas horas, pude gozar de la presencia de las estilizadas rayas águilas que hicieron su aparición saliendo de la nada y en formación simétrica, semejando a esos modernos aviones de combate que tanto vemos en las películas de acción. Se quedaron arriba de noso- tros un buen rato sabiendo que disfrutábamos de su belleza y compañía.

 

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Salimos felices de nuestro primer buceo en el barco hundido después del paso del huracán. No conformes decidimos realizar un segundo buceo para visitar un arrecife conocido por todos nosotros y constatar sus daños. Como la corriente era muy fuerte decidimos sumergirnos en el Grampin, de tan sólo 50 pies de pro- fundidad. Al llegar al fondo observar un panorama devastador, aquí la marejada había causado grandes daños, encontramos corales cerebros volteados, cora- les cuernos de alce rotos, los abanicos y candelabros estaban arrancados de cuajo o doblados, pero lo más impresionante era el fondo marino, pues se encontra- ba totalmente lavado, algunas cuevas se hicieron más grandes y otras quedaron cubiertas de arena y basura.

Pero no todo fue tan malo, el movimiento que tuvo el fondo marino nos dio la oportunidad de encontrar seres minúsculos de formas asimétricas y de corruga- da textura: liebres marinas. En los años que tengo buceando en Cancún pocas veces las había visto y mucho menos fotografiado. Qué placer tan grande experimentas cuando conoces y ves seres marinos tan míticos y misteriosos, en lugares que no se piensa que existan.

De verdad, el mar nunca deja de sorprenderme. Si bien en algunos lugares la destrucción por el paso del ciclón fue grande, también es cierto que su poder de recuperación es mayor aún. Sólo se requiere de tiempo y paciencia para que podamos volver a ver un mar con sus fondos marinos como los hemos visto siempre. 

  

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Texto:  Alberto Friscione Carrascosa ± Foto: Alberto Friscione Carrascosa